Thursday, May 22, 2014

Hermoso aislamiento


En la cabecera de los ríos Curaray, Arabela, Nashiño, Pucacuro, Tigre y afluentes en la frontera con el Ecuador y en la cabecera de los ríos Yavarí, Mirin, Tapiche, Blanco, Chobayacu y afluentes en la frontera con Brasil viven, desde tiempos remotos, pueblos indígenas que han decidido aislarse del mundo conocido para evitar los impactos inherentes a las acciones dañinas del hombre que en su relacionamiento con el comercio global atravesaron la frontera y hollaron, muchas veces con inconcebible crueldad y desprecio los derechos colectivos y fundamentales de la persona humana. La elección de aislamiento oportuno ha sido la más acertada decisión que estos pueblos pudieron tomar y que se habrían basado en la idea de proteger y reproducir sus valores culturales eximios de deterioro y con profusa cualidad durante mucho tiempo.

Toda decisión contraria al aislamiento hubiera conllevado a estos pueblos a vivir en el polígono de la manipulación y suplantación de saberes originarios por otro que sirva de forma gregaria y subyugada a los intereses de un régimen global que se planteó el dominio del mundo a través de la vigencia de la pobreza que constituye la piedra de toque del capitalismo. Hubieran estado caracterizado como pueblos de extrema pobreza, infestado por enfermedades incurables, sin agua limpia ni alimentos asegurados; cuyas manos se hubieran estirado hasta desmembrarse en el intento de ayuda y hubieron recibido migajas de las pródigas ganancias que las transnacionales extraen de las benditas tierras primigenias. Y las luchas reivindicativas habrían sido mecidas en nombre de la academia ambientalista y ortodoxa de un Estado que se ufana ser inclusivo y transparente, el sudor de la esperanza envejecida de tanto esperar hubiera empequeñecido la memoria victoriosa de sus antepasados.

En el reverso de esta prospección posible y realista transcribo las notas de mi percepción respecto a la frágil tranquilidad que gozan los pueblos en aislamiento desde tiempos inmemorables y que para sí mismo constituye su principal patrimonio y fuente de vida. Ellos, con profundo aprecio y amical homenaje recrean hermosas onomatopeyas de pájaros cantores y se mimetizan en los bellos plumajes. Ellos armonizan con los enjambres de rabiosas abejas y hacen llover o desatar relámpagos cuando ven conveniente. Ellos duermen bajo la hospitalidad de una comunidad de doseles y se alimentan de la fecunda ubre del bosque. Ellos son libres y su libertad es proporcional al esplendor e integridad de su territorio.

Nuestros congéneres de AIDESEP y ORPIO han logrado insertar las cuestiones de los pueblos aislados de la cuenca amazónica en el fuero de las políticas públicas –en este gobierno se ha creado la Dirección de Pueblos Indígenas en Aislamiento y Contacto Inicial del Vice Ministerio de interculturalidad– que involucra funciones orientados a definir una hoja de ruta sobre los derechos de estos pueblos. Mientras tanto continúa la gestión destinado a concretar la propuesta de creación de cinco reservas territoriales, largamente postergado por el Estado. Pues, el Estado no va más allá de su estructura funcional y su aplicación práctica en el campo de los derechos humanos y de bienestar de los pueblos aislados es anodina.

Los pueblos aislados necesitan hoy del apoyo de la sociedad y del Estado peruano para garantizar la seguridad de su territorio que es equivalente a garantizar la vida misma de los pueblos indígenas, ante la nociva tendencia extractivista y la escasa capacidad creativa del Estado respecto a la generación de propuestas alternativas de desarrollo. Pues, los pueblos aislados, en algún momento, volverán a decidir sobre su inserción a esta sociedad y habrán de transferir sus saberes incólumes  a una generación que evitó, en su momento, tener como fuente de investigación la frialdad de los museos y hubiesen de encontrar soluciones a los problemas amazónicos en un proceso de coexistencia con las culturas vivas que tuvieron la fortaleza para sobrevivir.