Perico altruista.
La configuración del poder en la mente humana ha ofuscado la visión promisoria y ha retraído nuestra mirada sobre la vida en el bosque. Allí, hay caminos ocultos intersectados por el camino de los transeúntes; que durante largos tiempos sobrepasamos distraídos en la brillantez del ingenio. Ha enseñoreado el hombre el paraíso, ante los ojos del perico altruista, fueron ellos los expulsados del edén.
Así, tengo el inmenso privilegio de convivir el afecto del bosque y la historia de un perico altruista; parte pequeña y viva del todo de la exuberante montaña de esta amazonia. Montaña renacida sobre la sangre autóctona de los mártires del caucho; sangre absorbida por la savia generadora de miel de flores; miel que alimenta al perico altruista: pedacito de bosque.
Altruista e incesante hablador. Coexiste en reciprocidad coloquial con la luna, el viento, la tempestad y el sosiego. Admira la ternura del alba y teme el mundo en contraluz. Ignora el peligro para si mismo; pero, advierte la libertad del prójimo. Irradia divinidad paternal en su afanosa facción y admite el dolor en sus ojos infantiles.
Garbo colectivo asilado en la alegría del reino natural y sombrío solitario en su exilio. Una vez exiliado en la soledad el destino es única: el abismo de la muerte; sin marcha fúnebre ni epitafios.
La felicidad es constante en su crepuscular discurrir de la vida en el bosque mismo; en contienda con la esquizofrenia humana. Allí, lo breve y eterno es un canto a la lluvia. El valor lo conduce al placer de la existencia; como el hombre mismo sucumbe al temor de la oscuridad.
Tal vez, es un referente mimetizado del ascetismo. Pero, no es gregario ni agnóstico. Es verdaderamente libre en parentesco con la pequeña hormiga y el cóndor altivo. Virtuosa sencillez proclama su hermosura entre la inmediatez de la aurora y el escalofrío del dolor. Siente la plenitud de la odisea de los ríos y contiene en el alma la grandeza del cielo.
El hombre;
Declara adjetivos por afecto e improperio a la pureza y las bondades; sacrifica la perfección del bosque y exime hazañas renacentistas: belleza y enseña. Aquí, la muerte de una parte de un todo es inadmisible en nuestra mente jerarquizada; simplemente, constituye una semejante miseria que empalidece el horizonte y otros caminos sobre caminos se vuelven tremendos laberintos.
Perico altruista;
No hay prisa por la vida en el orden de construir la gloria del reino animal. No eres un fin, eres un medio.
La configuración del poder en la mente humana ha ofuscado la visión promisoria y ha retraído nuestra mirada sobre la vida en el bosque. Allí, hay caminos ocultos intersectados por el camino de los transeúntes; que durante largos tiempos sobrepasamos distraídos en la brillantez del ingenio. Ha enseñoreado el hombre el paraíso, ante los ojos del perico altruista, fueron ellos los expulsados del edén.
Así, tengo el inmenso privilegio de convivir el afecto del bosque y la historia de un perico altruista; parte pequeña y viva del todo de la exuberante montaña de esta amazonia. Montaña renacida sobre la sangre autóctona de los mártires del caucho; sangre absorbida por la savia generadora de miel de flores; miel que alimenta al perico altruista: pedacito de bosque.
Altruista e incesante hablador. Coexiste en reciprocidad coloquial con la luna, el viento, la tempestad y el sosiego. Admira la ternura del alba y teme el mundo en contraluz. Ignora el peligro para si mismo; pero, advierte la libertad del prójimo. Irradia divinidad paternal en su afanosa facción y admite el dolor en sus ojos infantiles.
Garbo colectivo asilado en la alegría del reino natural y sombrío solitario en su exilio. Una vez exiliado en la soledad el destino es única: el abismo de la muerte; sin marcha fúnebre ni epitafios.
La felicidad es constante en su crepuscular discurrir de la vida en el bosque mismo; en contienda con la esquizofrenia humana. Allí, lo breve y eterno es un canto a la lluvia. El valor lo conduce al placer de la existencia; como el hombre mismo sucumbe al temor de la oscuridad.
Tal vez, es un referente mimetizado del ascetismo. Pero, no es gregario ni agnóstico. Es verdaderamente libre en parentesco con la pequeña hormiga y el cóndor altivo. Virtuosa sencillez proclama su hermosura entre la inmediatez de la aurora y el escalofrío del dolor. Siente la plenitud de la odisea de los ríos y contiene en el alma la grandeza del cielo.
El hombre;
Declara adjetivos por afecto e improperio a la pureza y las bondades; sacrifica la perfección del bosque y exime hazañas renacentistas: belleza y enseña. Aquí, la muerte de una parte de un todo es inadmisible en nuestra mente jerarquizada; simplemente, constituye una semejante miseria que empalidece el horizonte y otros caminos sobre caminos se vuelven tremendos laberintos.
Perico altruista;
No hay prisa por la vida en el orden de construir la gloria del reino animal. No eres un fin, eres un medio.