Represión: contradice el liberalismo y colectivismo.
Mientras la comunidad cristiana del planeta vivía el fervor religioso de la semana santa y reafirmaban su fe en la misericordia divina, verdad y libertad revelada en Jesucristo. El actual gobierno neoliberal del Perú ejecutaba una brutal y cruel represión militar contra indígenas del pueblo achuar que se habían movilizado en la explanada del aeropuerto de Pluspetrol, transnacional petrolera, que opera en Andoas - Loreto. Si bien el motivo de la movilización pacífica ha sido conducido por trabajadores indígenas de la Pluspetrol que reclaman la homologación de haberes en relación con trabajadores mestizos que desarrollan la misma actividad; el gobierno no hubiera evadido todo los mecanismos establecidos en un Estado de Derecho para privilegiar los intereses privados; en tanto, que la preeminencia de las libertades individuales y los derechos humanos son deberes sagrados del Estado.
Ahora bien, la iniciativa de la represión militar ha ocasionado un militar muerto y varios indígenas heridos y detenidos. Las diversas voces sociales generadas sobre las consecuencias del nefasto acontecimiento coinciden en ubicar la actitud del gobierno en un escenario de intolerancia, despotismo, totalitarismo y discriminación hacia los pueblos indígenas; inspirado en la dinámica de un régimen deseoso de fomentar, forzadamente, una cultura mercantilista y de prosperidad de sus “súbditos”. Equivocadamente sustentada por el pensamiento de la aristocracia centralista en un país culturalmente diverso y con recursos naturales gravemente impactados por la explotación irresponsable. Por otro lado, la respuesta paralela de los indígenas privados de sus derechos ha sido legítima y en defensa de sus hijos y esposas que fueron agredidos con balas de fusil y bombas lacrimógenas (según testimonio de los pobladores de Andoas).
La represión contra los indígenas del pueblo achuar en Andoas revive la etopeya homicida de los operadores de la América colonial, la correría de los indígenas en la época del caucho. Y notablemente se familiariza con la cultura de los operadores del actual gobierno peruano.
La historia de la humanidad, hace 31 mil años aproximadamente, registra una secuencia de brutales represiones ejecutadas por gobiernos basados en el liberalismo que propugna la defensa de las libertades y la tolerancia; y otros, ejecutados por gobiernos basados en el colectivismo. No obstante, todos cayeron en el totalitarismo y despotismo. Está claro que el principio democrático constituye una incipiente y utópica forma de gobierno que aún corresponde al futuro de nuestra civilización humana.
Bien sostiene Amartya Sen (Premio Nóbel de economía) en esta paráfrasis “El desarrollo exige la eliminación de las principales fuentes de privación de libertad: pobreza, tiranía, escasez de oportunidades económicas, privaciones sociales sistemáticas, intolerancia o el exceso de la intervención de los estados represivos”. Este gobierno dista mucho de los notables planteamientos y recomendaciones adecuados para el encuentro del desarrollo esperado.
También no se ha visto ni percibido la intervención de las instituciones públicas, en los acontecimientos de Andoas; que tengan como misión defender los derechos fundamentales de la persona. Tampoco la Iglesia Católica ha manifestado su posición frente al problema; teniendo en cuenta que el Papa Juan Pablo II fue un notable defensor de los temas sociales. Es así que en su encíclica II DIVES IN MISERICORDIA (30-11-1980) sostiene que la “misericordia divina es mas grande que cualquier miseria y mas completa que cualquier justicia”. Todo, ante la amenaza del hombre por el mismo hombre.
Mientras la comunidad cristiana del planeta vivía el fervor religioso de la semana santa y reafirmaban su fe en la misericordia divina, verdad y libertad revelada en Jesucristo. El actual gobierno neoliberal del Perú ejecutaba una brutal y cruel represión militar contra indígenas del pueblo achuar que se habían movilizado en la explanada del aeropuerto de Pluspetrol, transnacional petrolera, que opera en Andoas - Loreto. Si bien el motivo de la movilización pacífica ha sido conducido por trabajadores indígenas de la Pluspetrol que reclaman la homologación de haberes en relación con trabajadores mestizos que desarrollan la misma actividad; el gobierno no hubiera evadido todo los mecanismos establecidos en un Estado de Derecho para privilegiar los intereses privados; en tanto, que la preeminencia de las libertades individuales y los derechos humanos son deberes sagrados del Estado.
Ahora bien, la iniciativa de la represión militar ha ocasionado un militar muerto y varios indígenas heridos y detenidos. Las diversas voces sociales generadas sobre las consecuencias del nefasto acontecimiento coinciden en ubicar la actitud del gobierno en un escenario de intolerancia, despotismo, totalitarismo y discriminación hacia los pueblos indígenas; inspirado en la dinámica de un régimen deseoso de fomentar, forzadamente, una cultura mercantilista y de prosperidad de sus “súbditos”. Equivocadamente sustentada por el pensamiento de la aristocracia centralista en un país culturalmente diverso y con recursos naturales gravemente impactados por la explotación irresponsable. Por otro lado, la respuesta paralela de los indígenas privados de sus derechos ha sido legítima y en defensa de sus hijos y esposas que fueron agredidos con balas de fusil y bombas lacrimógenas (según testimonio de los pobladores de Andoas).
La represión contra los indígenas del pueblo achuar en Andoas revive la etopeya homicida de los operadores de la América colonial, la correría de los indígenas en la época del caucho. Y notablemente se familiariza con la cultura de los operadores del actual gobierno peruano.
La historia de la humanidad, hace 31 mil años aproximadamente, registra una secuencia de brutales represiones ejecutadas por gobiernos basados en el liberalismo que propugna la defensa de las libertades y la tolerancia; y otros, ejecutados por gobiernos basados en el colectivismo. No obstante, todos cayeron en el totalitarismo y despotismo. Está claro que el principio democrático constituye una incipiente y utópica forma de gobierno que aún corresponde al futuro de nuestra civilización humana.
Bien sostiene Amartya Sen (Premio Nóbel de economía) en esta paráfrasis “El desarrollo exige la eliminación de las principales fuentes de privación de libertad: pobreza, tiranía, escasez de oportunidades económicas, privaciones sociales sistemáticas, intolerancia o el exceso de la intervención de los estados represivos”. Este gobierno dista mucho de los notables planteamientos y recomendaciones adecuados para el encuentro del desarrollo esperado.
También no se ha visto ni percibido la intervención de las instituciones públicas, en los acontecimientos de Andoas; que tengan como misión defender los derechos fundamentales de la persona. Tampoco la Iglesia Católica ha manifestado su posición frente al problema; teniendo en cuenta que el Papa Juan Pablo II fue un notable defensor de los temas sociales. Es así que en su encíclica II DIVES IN MISERICORDIA (30-11-1980) sostiene que la “misericordia divina es mas grande que cualquier miseria y mas completa que cualquier justicia”. Todo, ante la amenaza del hombre por el mismo hombre.