GENOCIDIO EN ‘BAGUA’: EL PUNTO DE VIRAJE.
Mi sentido pésame para los familiares de los compatriotas peruanos caídos en Bagua.
Los ciudadanos del Distrito del Putumayo están profundamente contritos por el segundo genocidio consumado contra los pueblos indígenas amazónicos. Esta vez tuvo como escenario la provincia de Bagua, departamento de Amazonas, Perú. Después de cien años, nuevamente ha retornado a la mente indígena lo siniestro y luctuoso; ha vuelto a quemar los embates de la arrogancia y la codicia como en la otrora época del caucho en el Putumayo.
El autoritarismo y la avidez han trastocado “Las venas abiertas de América Latina”. Esta vez, un legatario del ‘colonialismo’ mimetizado en la embrionaria democracia peruana intenta avasallar a su propia nación culturalmente diversa. Un presidente constitucional de infructuosa visión política ejerce el poder basado en los postulados del capitalismo; cuyo ‘manifiesto’ personal (el perro del hortelano) denota un estéril apasionamiento de la cultura occidental, tal como pensaron los civilistas en la “república aristocrática peruana”. Mientras los acontecimientos evolucionan, el presidente del Perú, es un solitario y dogmático representante del neoliberalismo en una América del Sur que se mueve según los desafíos del futuro.
Los valientes e ingenuos miembros de la Policía Nacional del Perú caídos en Bagua han ido a defender los intereses de la élite ‘alanista’ y no los sagrados intereses de la nación peruana; consiguientemente, constituye un delito de lesa humanidad y da lugar a un inmediato enjuiciamiento de Alan García ante los tribunales nacionales y supranacionales. Estos reclamos se pueden oír en los familiares de los militares muertos; así como también, en la comunidad policial del país.
La teoría del “perro del hortelano”’ proclama intrínsecamente la eliminación de la cultura autóctona y étnica del país; es el germen que sustenta la ‘homogeneización’ cultural mediante una ‘dictadura de élite’; plantea la anulación de los territorios ancestrales y el arrinconamiento de los PI amazónicos en pequeños fragmentos territoriales que conllevarían a su sistemática y forzada desaparición. Los ‘Apus’ sabios y visionarios lograron identificar esta gravísima amenaza y en respuesta hicieron uso de los espacios y mecanismos democráticos para exigir la derogatoria de las leyes en cuestión. Sin embargo, el Estado convirtió la mesa de diálogo en una ‘mecedora’ que movía la continuidad de la ley; la misma que fue refrendada por la mayoría de congresistas oficialistas y aliados. Inmediatamente, Alan García ordenó a través del Ejecutivo una implacable matanza, con armas de guerra, de aproximadamente 300 pacíficos huelguistas indígenas que bloqueaban el tramo de una carretera en Bagua. Todo este absurdo andamiaje culminó en un genocidio étnico que amerita una denuncia penal contra el principal responsable y fortalece las bases para la construcción de un ‘museo de la memoria y tolerancia’.
En resumen. La macabra decisión del gobierno tuvo tres matrices. Uno, la mesiánica aplicación de su manifiesto “que tiene nombre de perro”. Dos, el agotamiento de su propia capacidad dilatoria ante un asunto de elevado interés nacional. Tres, la incapacidad de aceptar su propio error respecto a la dación de la inconstitucional ‘ley de la selva’. Hasta que su desesperación y petulancia confluyeron en una pócima mortal.
Después del funesto viernes 5; Alan García propaló desesperados insultos y otras trivialidades sesgados de odio y racismo que colisiona contra una monumental sencillez, sólida identidad cultural y organizativa, emblemática agenda reivindicativa y perseverante verdad que garantiza los valores en curso de los PI. Alan García es repudiado por la civilización europea mediante sus parlamentarios por su evidente discriminación y racismo; quizás lo están ubicando como “ciudadano de segunda clase”.
Una vez suspendido el DL 1090 – Ley Forestal y Fauna Silvestre - el gobierno peruano, continuará ninguneando y expresando adjetivos peyorativos contra los PI. Tratará de seguir matando a los PI en todos los campos. En tal sentido, es muy importante y urgente la mediación de organizaciones independientes y de elevado prestigio moral; a fin de establecer una nueva mesa de diálogo que incluya a los principales actores; con la participación preponderante de AIDESEP.
El funesto acontecimiento del reciente 5 de junio plantea la urgente necesidad de un nuevo pensamiento político que podría originarse de las largas jornadas de contrastes entre los vientos del sur y del norte. Podría germinar al mismo tiempo en las tierras fértiles de la costa, la sierra y la selva. Un pensamiento que no tendría enemigos, ni caudillos ni caciques. Un camino abierto entre la esperanza y la prosperidad que encarna el sueño de todos los peruanos. Permítame reposar en un Perú del futuro dónde no existan motivos de odio entre hermanos.
Desde el Putumayo
Mi sentido pésame para los familiares de los compatriotas peruanos caídos en Bagua.
Los ciudadanos del Distrito del Putumayo están profundamente contritos por el segundo genocidio consumado contra los pueblos indígenas amazónicos. Esta vez tuvo como escenario la provincia de Bagua, departamento de Amazonas, Perú. Después de cien años, nuevamente ha retornado a la mente indígena lo siniestro y luctuoso; ha vuelto a quemar los embates de la arrogancia y la codicia como en la otrora época del caucho en el Putumayo.
El autoritarismo y la avidez han trastocado “Las venas abiertas de América Latina”. Esta vez, un legatario del ‘colonialismo’ mimetizado en la embrionaria democracia peruana intenta avasallar a su propia nación culturalmente diversa. Un presidente constitucional de infructuosa visión política ejerce el poder basado en los postulados del capitalismo; cuyo ‘manifiesto’ personal (el perro del hortelano) denota un estéril apasionamiento de la cultura occidental, tal como pensaron los civilistas en la “república aristocrática peruana”. Mientras los acontecimientos evolucionan, el presidente del Perú, es un solitario y dogmático representante del neoliberalismo en una América del Sur que se mueve según los desafíos del futuro.
Los valientes e ingenuos miembros de la Policía Nacional del Perú caídos en Bagua han ido a defender los intereses de la élite ‘alanista’ y no los sagrados intereses de la nación peruana; consiguientemente, constituye un delito de lesa humanidad y da lugar a un inmediato enjuiciamiento de Alan García ante los tribunales nacionales y supranacionales. Estos reclamos se pueden oír en los familiares de los militares muertos; así como también, en la comunidad policial del país.
La teoría del “perro del hortelano”’ proclama intrínsecamente la eliminación de la cultura autóctona y étnica del país; es el germen que sustenta la ‘homogeneización’ cultural mediante una ‘dictadura de élite’; plantea la anulación de los territorios ancestrales y el arrinconamiento de los PI amazónicos en pequeños fragmentos territoriales que conllevarían a su sistemática y forzada desaparición. Los ‘Apus’ sabios y visionarios lograron identificar esta gravísima amenaza y en respuesta hicieron uso de los espacios y mecanismos democráticos para exigir la derogatoria de las leyes en cuestión. Sin embargo, el Estado convirtió la mesa de diálogo en una ‘mecedora’ que movía la continuidad de la ley; la misma que fue refrendada por la mayoría de congresistas oficialistas y aliados. Inmediatamente, Alan García ordenó a través del Ejecutivo una implacable matanza, con armas de guerra, de aproximadamente 300 pacíficos huelguistas indígenas que bloqueaban el tramo de una carretera en Bagua. Todo este absurdo andamiaje culminó en un genocidio étnico que amerita una denuncia penal contra el principal responsable y fortalece las bases para la construcción de un ‘museo de la memoria y tolerancia’.
En resumen. La macabra decisión del gobierno tuvo tres matrices. Uno, la mesiánica aplicación de su manifiesto “que tiene nombre de perro”. Dos, el agotamiento de su propia capacidad dilatoria ante un asunto de elevado interés nacional. Tres, la incapacidad de aceptar su propio error respecto a la dación de la inconstitucional ‘ley de la selva’. Hasta que su desesperación y petulancia confluyeron en una pócima mortal.
Después del funesto viernes 5; Alan García propaló desesperados insultos y otras trivialidades sesgados de odio y racismo que colisiona contra una monumental sencillez, sólida identidad cultural y organizativa, emblemática agenda reivindicativa y perseverante verdad que garantiza los valores en curso de los PI. Alan García es repudiado por la civilización europea mediante sus parlamentarios por su evidente discriminación y racismo; quizás lo están ubicando como “ciudadano de segunda clase”.
Una vez suspendido el DL 1090 – Ley Forestal y Fauna Silvestre - el gobierno peruano, continuará ninguneando y expresando adjetivos peyorativos contra los PI. Tratará de seguir matando a los PI en todos los campos. En tal sentido, es muy importante y urgente la mediación de organizaciones independientes y de elevado prestigio moral; a fin de establecer una nueva mesa de diálogo que incluya a los principales actores; con la participación preponderante de AIDESEP.
El funesto acontecimiento del reciente 5 de junio plantea la urgente necesidad de un nuevo pensamiento político que podría originarse de las largas jornadas de contrastes entre los vientos del sur y del norte. Podría germinar al mismo tiempo en las tierras fértiles de la costa, la sierra y la selva. Un pensamiento que no tendría enemigos, ni caudillos ni caciques. Un camino abierto entre la esperanza y la prosperidad que encarna el sueño de todos los peruanos. Permítame reposar en un Perú del futuro dónde no existan motivos de odio entre hermanos.
Desde el Putumayo