La exótica experiencia de las
Áreas Naturales Protegidas ha ingresado progresivamente en el corazón de los
pueblos indígenas amazónicos del Perú como propuesta de conservación de la
diversidad biológica y el desarrollo sostenible a través de la gestión de categorías
que confluyen en el objetivo de mantener vivo especies, hábitats y recursos
genéticos compatibles con la economía de mercado. Es un retrógrado eufemismo la
vigente consideración de la persona en la ruta de la conservación que no ha
logrado evolucionar respecto de armonizar los derechos colectivos y
fundamentales –Los pueblos indígenas que viven dentro y alrededor de los
mosaicos de conservación han observado que la perspectiva de bienestar
holístico se ha difuminado o ido más lejos– con el enfoque de desarrollo
sostenible y con el principal Objetivo de Desarrollo del Milenio (2000 – 2015):
erradicar el hambre y la pobreza.
La dinámica de las Áreas
Naturales Protegidas avanzó acorde con el objetivo de garantizar la
sostenibilidad ambiental a través de un sistema subrepticio de conservadurismo
integrista del bosque, auspiciado por los países industrializados de occidente.
La rigidez de la postura que daña en el terreno de los hechos la relación ecológica
con la persona habría permitido la reprobación de las prácticas tradicionales
de horticultura –la quema de desmonte de las chacras ha sido incorporada
también en el inventario de causas del efecto de invernadero, sin discriminar las
bondades de las purmas y del cultivo de frutales con vida relativamente
prolongada que actúan como alternativa para la recuperación de bosques vivos– que
constituye la piedra angular de la alimentación de los pueblos indígenas desde
tiempos inmemorables.
Es incuestionable la buena
noticia de que los territorios que se encuentran concebidos como Áreas Naturales
Protegidas están siendo mejor conservadas y los agentes de deforestación y
degradación no han podido impactar con alarmante magnitud. Esta noticia alegra mucho a la Convención
Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, pero a la vez, entristece a
los pueblos indígenas en cuyo antaño territorio ancestral pródigo de comida y
otros bienes necesarios para el desarrollo humano la pobreza pisa el acelerador
y se manifiesta en el descontento progresivo de la población. Vastos
territorios ancestrales, en Loreto, han sido convertidos en Áreas Naturales
Protegidas en las últimas dos décadas con el consentimiento rebatible o
censurable de los pueblos indígenas. Los territorios que han sido, para sus
habitantes, proveedores solidarios del pan de cada día y de la salud por miles
de años están ahora siendo controlado por el Estado. Las restricciones de uso y
aprovechamiento de los recursos que constituyen la fuente vital de subsistencia
están forzando a los pueblos indígenas a formar parte –según la FAO– de los 800
millones de hambrientos que actualmente viven alrededor del mundo.
La vinculación de la pobreza y el
hambre es una forma de definir o advertir la transición hacia el caos de la
condición humana, situación grave que el Objetivo de Desarrollo del Milenio ha
tomado en cuenta. El peor de los casos o quizá la categoría más inestable
respecto de la gestión adecuada de la diversidad biológica –creada en el seno
de los territorios ancestrales habitados por pueblos indígenas– son las
denominadas Áreas de Conservación Regional (ACR). Por ejemplo, el Gobierno
Regional de Loreto no tiene interés de administrar las ACR que están a su
cargo. El ACR Ampiyacu – Apayacu (creada en diciembre del 2010) no ha logrado ponderar
las restricciones de uso y aprovechamiento local con el ejercicio de los
derechos colectivos y fundamentales de los pueblos indígenas involucrados. Hoy
en el ACR Ampiyacu – Apayacu los niños y las madres comen menos y la pobreza
amenaza con profundizarse. Es muy necesario y urgente revisar los desafíos, evaluar la preocupaciones intestinas y
dar solución a los problemas imperantes del Área.
Un niño mal alimentado no
desarrolla en la escuela y en la sociedad capacidades requeridos para remontar
los retos del futuro. Una madre mal alimentada alumbrará niños enfermizos. “La
biodiversidad es esencial para erradicar la pobreza (Ban Ki – moon). “Es
necesario de un sentido de solidaridad mundial para garantizar la seguridad
alimentaria a todas las personas” (Papa Francisco). “Pueblos indígenas con
derechos garantizan bosques vivos” – AIDESEP.