Los pueblos indígenas sostienen en todo momento y con inamovible convicción de que el territorio ancestral es un supermercado, en paralelo con los centros comerciales de las urbes donde se puede acceder a una variedad de productos para la alimentación, medicina, materiales de construcción, materia prima, vestimenta, tintes, instrumentos, piezas de comunicación y otros. Esta coherente comparación nació de la necesidad de colocar una poderosa narrativa que logre detener la destrucción del bosque, la contaminación de las fuentes de agua dulce, la biodiversidad y la diversidad cultural. Es decir, es un singular ejemplo que busca crear conciencia en la población urbana donde viven los tomadores de decisión, que sin los bienes de consumo de alta prioridad en los anaqueles la vida seria también insostenible y la protesta social no tendría escrúpulos. Líderes y lideresas indígenas del Perú son cada vez más recurrentes en su proclamación debido al crecimiento imparable de las decisiones políticas y las actividades subsiguientes que afectan directamente el bienestar y la esperanza de prolongar el buen vivir en más de un cuarto de millón de población indígena amazónica. Los incendios forestales, las altas temperaturas y lluvias torrenciales, seguía y descenso excesivo de los ríos, disminución del rendimiento de las cosechas y la interrupción del ciclo de reproducción de los peces y otras especies, son consecuencias recientes, visibles y continuas que desluce la lucha global contra el cambio climático.
Siguiendo con el paradigma del supermercado, no estaría completo solamente
con mencionar la capacidad de suministro de bienes del bosque sino también la provisión
de servicios ambientales como la generación natural de los ríos voladores –transportadores
de agua en forma de vapor hacia vastos lugares de Sudamérica– y el secuestro y
almacenamiento de carbono. Esta última aptitud es la piedra de toque de la arquitectura
destinada a fijar el calentamiento global en menos de 2°C. El territorio
ancestral de los pueblos indígenas ha cumplido esta función durante miles de
años y continúa siendo generoso en estos tiempos de crisis climática. Paradójicamente
el financiamiento climático no permeó siquiera para combatir la deforestación encaminada
y el asesinato de líderes indígenas defensores, fortalecer la gobernanza propia
y defender la vulneración de los derechos colectivos y fundamentales. "Son
las comunidades que menos han contribuido a causar la crisis las que ahora
están en la primera línea de los peores impactos", afirmó Harjeet Singh,
jefe de estrategia de Climate Action Netword Internacional, en la COP27 de
Egipto.
El territorio ancestral preexistente a la conformación del Estado no solamente
es el supermercado proveedor de bienes y servicios tal como está concebido en
esta nota. Es fundamentalmente depositaria de los conocimientos tradicionales que
se mantienen vivos en los árboles, en las cascadas, en el abuelo viento, en el
yaguar, en las boas gigantes, en los aromas, en la belleza de las aves, en los
sitios y plantas sagradas, en el canto de los tucanes, en el sol, las estrellas,
en la luna, en el trueno, en las entrañas de la tierra, en la tierra fértil, en
los códigos oral del buen vivir, en la palabra de los sabios y en la memoria
colectiva. No hubiera “amazonia viva” a estas alturas de la civilización
universal sin la práctica, protección y reproducción de estos saberes. Tampoco hubo
tantos muertos por la pandemia en la casa grande.
La muralla que protege el milenario territorio está siendo agujereado por
las políticas económicas de los gobiernos y por las actividades ilegales no
combatidas frontalmente por la fuerza pública. La contramedida adoptada
últimamente por los pueblos indígenas es escalar en la protección a través de
la declaración de los gobiernos territoriales autónomos, en virtud del derecho
de libre determinación. Entonces, podremos defender juntos y de manera
formidable el territorio vivo de los pueblos indígenas y del mundo.