Investigaciones confiables han revelado cómo la economía de las regiones amazónicas del Perú ha sido inoculada por las ganancias de las actividades ilícitas de gran calibre. Tala y minería ilegal, narcotráfico, tráfico de tierra y trata de persona aumentó la disponibilidad monetaria en el mercado, edulcorando la corrupción, lavado de activo, violencia e inseguridad. Cuyos mecenas mimetizados en la política y empresariado sorben del mismo barril con las organizaciones criminales, sin escrúpulos ni cuestionamientos.
El soborno a funcionarios clave y
empresarios han creado –desde las últimas dos décadas la atrocidad criminal
creció con mayor velocidad y profundidad– una montaña de impunidad y acceso a
la justicia de las instituciones y personas agraviadas. Probablemente miles de
millones de soles estarían alimentando cada día el curso de decisiones
fatídicas y perversas de quienes tienen el deber de defender la integridad y
bienestar de todos. En este periodo más de treinta líderes indígenas han sido
asesinados intentando controlar el avance de los tentáculos de la mafia en
territorios prístinos y habitado por miles de años. La extracción de oro en el
rio Nanay (Loreto) además de haber contaminado con mercurio la principal fuente
de agua de la cuenca y la cadena alimenticia, es ahora increíblemente un
conjunto de entramado aparentemente difícil de combatir y abatir. Está en
expansión y protegida desde adentro y desde afuera, en comparsa y complicidad.
El corolario de tráfico de tierra
y minería aluvial parafrasea la misma secuencia de muerte, daño e impunidad
perpetrado por el narcotráfico, tala ilegal y trata de persona en la amazonia
peruana. Los espacios transfronterizos desprovistos de acciones concretas para
desvincular a las comunidades indígenas y ribereñas del imperio del mal,
amenaza con robustecer la maquinaria de asesinato de más líderes indígenas y de
los pueblos en aislamiento voluntario, degradación de ecosistemas, contaminación
del medio ambiente y la normalización de la cultura delincuencial.
La satisfacción de coexistir y consumir
bienes y servicios impulsado por la economía de las actividades ilícitas se ha
convertido en la reconocida y venerada joya de oro puro que exulta y configura
el arquetipo mental y de razonamiento de la mayoría de los líderes de opinión y
referentes de la sociedad de Loreto, Ucayali, San Martin, Amazonas y Madre de
Dios, principalmente. Hubiera sido infeliz de mi parte conspirar contra una
cofradía de puritanos sino supiera –según investigaciones de la fiscalía sobre
el caso Saweto– que detrás, por ejemplo, de la muerte de líderes indígenas
estuvieron empresarios del rubro forestal y que la retórica anti – indigenista forma
parte de una coartada para desenfocar y salvaguardar sus intereses obviamente
que no están alineados con la legalidad y las buenas prácticas. Aquellos que
aplauden el cambio de la ley forestal y que ahora brinda mayor aptitud agraria
sobre bosques primarios y los que afirman que la economía del caucho donde se
ha esclavizado y muerto más de sesenta mil indígenas del Putumayo es digno de
inmortalizar, no son tontos ortodoxos sino fieles apóstoles de la avidez a
expensar del sufrimiento de los más vulnerables.
Es tremendamente urgente echar a
correr un plan de cumplimiento obligatorio contra la desinformación, el
discurso de odio y la ignominia, a fin de estar algo seguro de que en poco tiempo
una nueva generación de lideres abrirá la compuerta de la justica, paz y prosperidad.