La basura y su hedor que asfixia
a la ciudad de Iquitos refleja, con honestidad, la conciencia ensombrecida y el
ritmo de deterioro de los valores de la clase política que gobierna la región
Loreto. Es decir, el ineficaz manejo de la basura es una señal del desorden y
de la putrefacción del ejercicio del poder público. La basura es una figura
demostrativa de lo furtivo e inalcanzable por cualquier método de indagación
(peritaje, auditoría y audiencia) aplicados en el fuero anticorrupción. El
hedor de la basura representa la contaminación de la atmosfera social que
aturde y nubla el juicio tradicional y común de la comunidad loretana; pues,
habiendo concebido la raíz e impactos del problema, convienen y silencian el
caos en agravio de la libertad congénita que defiende el honor de la persona.
Algunas voces independientes y respetables conminan a los actores, que hicieron
de la basura una vergonzante representación de su propio rostro y de la ciudad,
mirar con responsabilidad constructiva el futuro que constituye una meta
paradójicamente inalcanzable.
Las medidas que los gobiernos
locales aplican están relacionadas con la superficialidad, inmediatez,
logomaquia y favorable al menor costo y mayor beneficio económico – sin
importar las condiciones laborales y humanas de los humildes recogedores de
basura no clasificados y mezclados de la peor manera –. La salud humana y
ambiental, la estética del espíritu y la pulcritud de la cultura, la actitud
transparente y la alegría del bienestar común, representan valores ausentes en
desmedro de la urgente necesidad de ejemplos y referentes de liderazgos
brillantes. La creatividad y la rica
imaginación innata no se han visto expresadas en los intentos de lograr un buen
manejo de los residuos sólidos. Solo una iniciativa que tiene la forma inicial
de una experiencia replicable se puede observar en el Distrito de San Juan; y la
evidencia del bodrio corrompido por la codicia está vigente en las calles
próximas del “mercado Belén” y en las removidas calles del Distrito de Punchana
e Iquitos. La estremecedora trivialidad se puede ver en la esquina de la Calle
Abtao con Jr. Arica; pues, pequeñas unidades motorizadas depositan basura en
este lugar durante todo el día, luego es recogida durante la tarde del mismo
día o durante la mañana del día siguiente, los camiones de basura se cargan con
el esfuerzo de dos personas, hasta entonces y muchas veces los residuos
orgánicos han entrado en estado de pudrimiento, los transeúntes connacionales y
extranjeros dejan de respirar agitados por la fetidez y evitan volver a sufrir
tanta inmundicia. El improvisado acopio de basura – hay varios focos
infecciosos similares en otros lugares aún por reconocer – se encuentra en un
lugar de mayor afluencia de personas y recobra el anacronismo de la
ineficiencia: recoger la basura dos veces con un alto costo que deteriora la responsabilidad
y el respeto. Las proyecciones turísticas en la misma ciudad de Iquitos cohíben
en la frontera de la observación de las avenidas con arquitectura cauchera relativamente
limpia y las populosas vías con basura por doquier, cruel y realista dicotomía
que demarca la indiferencia y el egoísmo.
La eliminación de la basura
acumulada como germen de contaminación del buen juicio y la resistencia hacia
la transición del orden, no es muy difícil. Colocar contenedores en los puntos que
mayor cantidad de basura genera podría ser una solución, luego los contenedores
habrían de formar parte de un sistema de carruajes con destino al relleno
sanitario. Quizá hubiera otra forma de manejar, teniendo en cuenta el
aislamiento de los residuos de la superficie, la oportunidad en el recojo y traslado,
y el énfasis en la creación de un ambiente de hospitalidad. Habría personas
capacitadas guiando a la población en virtud de un plan.
Si en algún momento viéramos la
ciudad de Iquitos limpia es cuando habríamos logrado superar la falta de verdad
y de transparencia, es cuando el dominio de la operatividad de los empleos
logre articularse con la generación de capacidades que ayude ha mejorar los
asuntos relacionados con la libertad, educación, ciudadanía y democracia, es
cuando el ciudadano encuentre el punto de equilibrio entre sus deberes y
derechos. La basura de la ciudad de Iquitos es indicio de una realidad
lamentable y triste, es un mal indicador que no se rendirá mientras persista la
corrupción y su peligrosa transformación en costumbre tolerante de la sociedad,
la cultura del desorden aceptado por las autoridades y las instituciones
sociales cada vez más lucrativas.
Los restos orgánicos que se
producen en la selva son consumidos por carroñeros y manejados por escarabajos
que se alimentan de estiércol. Esta simbiosis perfecta mantiene la selva
limpia, fértil y frondosa; cuya sencillez y eficacia implica una gran enseñanza
para los intereses nobles de la sociedad loretana.
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