La comunidad
internacional y nacional han mirado al putumayo con ojos utilitaristas y de
seguridad. Desde la extracción del caucho, palo de rosa, pieles finas, madera
(cedro) y las actividades recientes como la extracción de oro aluvial y la
implementación sistemática del plan IIRSA (Iniciativa para la Integración de la
Infraestructura Regional Suramericana), quedó demostrado que el Putumayo es una
futura gran despensa proveedora de riquezas para grupos de poder del mundo
capitalista y una oportunidad de impacto positivo incierto para los pueblos y
comunidades de la frontera Perú – Colombia. Digo oportunidad de impacto
incierto para los pueblos bosquesinos
y semiurbanos debido a la tradicional prevalencia de la codicia y egoísmo
idolatrado por los agentes económicos en su relación local basado en la
asignación de mano de obra y motivo de breves satisfacciones suntuarias,
mientras que las capacidades técnicas y liderazgos emergentes siga siendo un
ensueño inminente para muchos y una
suerte de beneficio para los políticos corruptos. Pues, la población del
putumayo debe luchar más allá de las actividades cotidianas para educarse en la
casa y en las instituciones académicas, si no hubiere oportunidad en tan difícil
situación económica y de la oferta educativa se debe adoptar una actitud
autodidacta basado en la disciplina, método y perseverancia.
La visión capitalista
plantea trabajar el “eje amazonas” que involucra la capacidad territorial de la
cuenca del Putumayo para la construcción de infraestructura de transportes
(excavación del lecho de los ríos, construcción de carreteras y aeropuertos), energía
(construcción de hidroeléctricas y monocultivos para biocombustible) y
comunicaciones. Sin embargo, estos megaproyectos tienen las características
para desempeñarse como itinerarios adecuadamente preparados para llevarse o
sustituir los bienes comunes (recursos naturales que hizo el padre creador para
el bienestar duradero de los putumayenses). La sustitución de los bosques por
los monocultivos implica un enfoque eminentemente temporal – rentable para los
inversionistas y la reducción del valioso usufructo ancestral. Estos temas
globales que parece una imaginación están documentados y observados por
movimientos sociales que defienden los intereses de las minorías del mundo,
entonces, debemos estar en vigilancia permanente mediante organizaciones
sólidas, líderes claros y profesionales putumayenses con alto nivel de
compromiso con sus raíces.
En este marco, el 3 de octubre del 2002, se suscribió la
“DECLARACION DEL EL ESTRECHO”, donde participaron delegados de Colombia y Perú,
con la finalidad de analizar la legislación nacional e internacional que
protegen a las poblaciones ribereñas. El Acuerdo Nº 7, el más importante para
el putumayo, dice “solicitar al gobierno
peruano el diseño y aprobación de planes integrales de desarrollo dirigidos a
las comunidades, encaminadas por un lado a dotarlas de infraestructura y
servicios educativos, salud, vivienda y otros servicios sociales para responder
a las necesidades de su población y, por otro lado, apoyando actividades
productivas que afirmen la biodiversidad de la zona, desarrollen
mercados locales que protejan su sostenibilidad alimentaria y puedan articular
sus producciones a los mercados regionales e internacionales”. Este Acuerdo resume las principales demandas
de los pueblos y comunidades del Putumayo y exhorta al Estado peruano para su
atención mediante el PEDICP, GOREL, Municipalidad local, Sernanp y otras
instituciones. Corresponde al pueblo, pues, manejar una agenda que permita
monitorear y vigilar acciones que involucra los intereses de la jurisdicción. Es
el momento de actuar respecto la penosa disminución de peces y de animales en
los bosques del putumayo, la abundancia de antaño transita hacia la escasez
generado por el consumo sin regeneración, advertida por la teoría malthusiana cuya sentencia dice que “el aumento progresivo de la población es
equivalente a la disminución aritmética de los recursos naturales”. No
obstante, la ciencia confrontó esta teoría de la escasez y propuso tecnologías
para garantizar la alimentación. ¿Acaso
las autoridades locales podrían decretar una moratoria de pesca en “cedro
cocha” hasta que las especies retorne mediante el desove y el mijano?
Los escenarios
donde participan comunidades y empresas ofrecen experiencias que ayudan a tomar
decisiones que antecedan atropellos y problemas muchas veces irreversibles. Por
ejemplo, el proyecto de irrigación de las pampas de Olmos (ubicado en la
vertiente oriental de los Andes Piura y Cajamarca) ha sido planteado,
inicialmente, para potenciar la economía de los pequeños agricultores, al final
el proyecto beneficiará a grandes grupos empresariales. En la primera parte de
la subasta de tierras irrigadas, la empresa Gloria S.A ha sido favorecida con
15,600 hectáreas, el campesinado no pudo acceder a ningún lote de 250 hectáreas
valorizado en 1 millón 100 mil dólares. Dejando
claro que el Estado apoya a los grupos económicos y abandona al campesinado (www.bajolupa.org)
Tal como dijo Róger
Rumrrill (historiador), “el siglo XXI es el siglo de los pueblos indígenas y de
los bosques que ellos habitan”. La fuerza consumista del capitalismo presionará
los bosques amazónicos con mayor dureza y profundidad. El mito del gran dorado nunca ha dejado de tener
vigencia y la resistencia de los pueblos deberá reforzar su vanguardia y
retaguardia. No es tiempo de dormirse después de comer quizá la última gamitana y desinteresarse de los temas
colectivos, sino posponer el sedentarismo mental e indagador para saber, a
tiempo, qué hacer frente a los desafíos y adversidades.
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