El buen momento de la economía del
Perú se puede comprobar en la reciente dinámica de la inversión pública y
gastos del Estado. La tasa de crecimiento económico anual de 5,7% dice que el nivel de vida de la población está
aumentando, la balanza de pagos ha mejorado (es decir las divisas por las exportaciones
es mayor que el flujo de divisas provenientes por las importaciones, y las
inversiones extranjeras y la amortización de la deuda pública se han
incrementado). El Gobierno ha legislado, “Ley de Retorno”, a favor de los
peruanos que radican en el exterior para asegurar el acceso en los empleos
locales que demanda alguna especialización y otros beneficios. Los programas Beca
18 y Pensión 65 tienen cualidad de grandeza para los intereses de la nación, y
los recursos
ordinarios por transferencias de partidas para la construcción de
infraestructuras sociales (educativas, habitacionales, viales, de comunicación
y salud, etc.) son señales nítidas del esplendor económico del país que beneficia
a una minoría y aviva la esperanza de bienestar de la mayoría de los peruanos.
Está claro que el crecimiento de la
economía peruana favorece a la industria del capital y a la población siguiendo
la misma lógica de su generación: de arriba hacia abajo. El rápido e importante
crecimiento del sector de servicios, industria y de las actividades financieras,
así lo demuestra. Las actividades de subsistencia de la población rural y
urbana (migrantes internos) prescinden de la seguridad alimentaria y capacitación
para el trabajo específico en el contexto de una economía emergente. Beca 18,
en esta situación, es un proyecto selectivo, semiurbano, focal (participan o
concursan jóvenes de comunidades mayores) y de incierta frecuencia en un
determinado periodo, mientras que Pensión 65 y similares son ayudas
eminentemente materiales y de consumo limitado.
En estos momentos hay miles de
personas que conviven con la inseguridad vital, principalmente en las
comunidades mayores (capitales de distrito) y en los cinturones de pobreza
urbana de los migrantes del campo a la ciudad. Los pobladores de las
comunidades pequeñas abrigados por los bosques prístinos coexisten todavía con
la abundante generosidad, gracias a la conservación legendaria y perseverante:
con la tierna luz del amanecer llegan trayendo consigo pescados, aves y
animales para el consumo de la familia y emparentados (los canales de la
reciprocidad sostiene la vida comunitaria), entretanto, otras familias realizan
faenas de siembra o cosecha. En estos lugares donde se anida y crece en el alma
la virtuosa dualidad hombre – bosque, el Estado dejó de ser importante por el
rigor que su olvido y ausencia perpetró. La presencia del Estado como promotor
de bienestar sin amenaza de la fuente originaria de vida forma parte del sueño
de estos pueblos y comunidades.
El ruido de la economía próspera y
pujante es como del rebato de un curaca de otro clan, el pueblo escucha a lo
lejos mientras labra la tierra, pero no lo acepta. Jóvenes estudiantes
universitarios que provienen de comunidades nativas distantes, afirman
confrontar serias dificultades para seguir estudiando en la ciudad de Iquitos
sin ningún punto de apoyo, sus padres realizan actividades hortícolas según la
experiencia tradicional, comercializan los frutos y sostienen la familia con
otros hijos en edad escolar. Muchas familias han comido una sola vez el día de
hoy en la comunidad de los migrantes loretanos y dos veces en comunidades
mayores, varios connacionales están hospitalizados y sacudiendo cadenas de
solidaridad para completar la receta que no incluye el SIS, y alumbran en la
noche las actividades domésticas con velas o lamparillas.
Los jóvenes indígenas
de comunidades distantes se dedican a la extracción de madera como negocio
propio o mano de obra, trabajan con los contratitas de las empresas petroleras
y, en la frontera, eligen sin otra opción colaborar con las actividades
ilícitas. Mientras que los migrantes dedican la fuerza y capacidad de su
juventud en faenas informales, irrisorias y contraproducentes a la motivación y
emprendimiento de éxito.
Los inmigrantes rurales levantaron
otra comunidad en la ciudad de Iquitos y las comunidades nativas de tierras
profusas son dos extremos de una misma línea social que no está siendo incluido
en las dimensiones económicas del país, teniendo en cuenta sus motivaciones y
racionalidades primigenias o asimiladas.
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