El pueblo de Loreto alberga
infelices actitudes y deplorables aposentos de valores en sus políticos
vigentes. El centro del espiral – Iquitos – irradia energía fementida que conmina
a los sistemas distritales para conspirar contra su mismo pueblo. Esta calaña
que defiende ambiciones y codicias en beneficio de pequeños grupos humanos
tiene una vieja y otra nueva matriz; 1. Crisis
de valores, la virtud del emprendimiento de grandes empresas de bien como
el fin de la vida y la rectitud del comportamiento han sido abolidas por la
“civilización del espectáculo”. La pulcritud que se exigía en el seno de la
familia y en la escuela se ha debilitado y se ha convertido en una libre norma
de convivencia, las instituciones religiosas que sostenía la luz de las
virtudes sucumbieron ante la desdicha del ejemplo, la ciencia institucionalizó
el laicismo y la prédica del ego dominante, el éxito basado en el ejercicio del
intelecto despertó sensaciones agradables y dejó durmiendo en su lecho
primigenio la felicidad del espíritu; 2. La aspiración de un mejor estatus en
la “sociedad del espectáculo”. En esta sección social la persona que aspira al
ejercicio de la actividad política para gobernar no actúa como dueño de un gran
sueño o proyecto, sino con el frenético impulso hacia lo suntuario, visto desde
la presunción y la teoría de la movilidad social, con el fin de lograr
notoriedad y aceptación de la encumbrada sociedad elitista. Salir del anonimato,
pobreza, insuficiencia económica y de la abstinencia son las principales
motivaciones de los que maniobran en el terreno de la política; mantenerse en
el poder político o volver por ella es una exagerada obsesión y servilismo de elocuente
codicia.
Hábitos, costumbres y pensamientos
de los políticos de Loreto migraron hacia un temerario y demencial régimen, misántropo
y oculto en la sensibilidad del pueblo avanza como un señuelo que va dejando
secuelas de hambre, propagandas y esperanzas muy bien hilvanadas con la cultura
empobrecida y expectativa de cada comunidad amazónica. El régimen del
latrocinio cuenta con hordas capaz de asestar golpes mortales contra
importantes opositores y negociar con los aduladores, recibe el amparo de la
ley y regenta los vínculos que tuercen al Estado nacional mediante congresistas
y ministros. Las empresas privadas forman parte del régimen del mal, transan conveniencias
económicas amparadas en la lógica de la ganancia máxima sin amor al cliente y al
público.
Loreto ingresó al siglo XXI sin
ninguna luz de cambio de actitud o renovación de las instituciones políticas, desde
el Movimiento de Integración Loretana – MIL, con un joven candidato en la
dirección, hasta el Movimiento del “gallito” dirigido por un experimentado
político, no han dado el salto cualitativo, cívico y moral necesario para transitar
hacia una opción madura, civilizada, propia, que logre interiorizar el
significado del bienestar mutuo y de la nación. Ninguno de los candidatos en
carrera lograron superar el costumbrismo político y convencionalismo de las
apariencias, discursos armonizados con el habla y emoción popular, presencia
huidiza y adicta a la barahúnda, nadie habla de cómo cultivar una educación
para el razonamiento e innovación, razón y juicio. Esta enfermedad es incurable
dentro del régimen político retrógrado y corrupto, que constituye un atavismo
de la república cauchera, fanática, avariciosa y aventurera. Su legado de una
generación a otra es acertado, mejorado y de fina tesitura, tal como podemos
ver en las últimas campañas políticas donde la población es tratada como un medio
y no como el “fin supremo de la sociedad”, empujados a los parques mediante el
fervor de las tómbolas y shows musicales. Los candidatos no pueden salir de la
ruta, pues, el pueblo domesticado en ruidosa comparsa va decidiendo su destino,
el destino de la desventura. Quizá una nueva generación de líderes de clara
inteligencia podrá mejorar el tortuoso rumbo.
El crecimiento económico del país,
significa para los políticos del bodrio, una oportunidad de mayor beneficio, entonces,
para no perder en las urnas la deflagración de la batalla por el poder político
aumentó, peligrosamente. No hay fatalismo más conmovedor que viendo la infertilidad
del terreno de la proeza y rastra de la dignidad, el silencio ocupe el sitial
de la voz contestaria.
Entonces, en Loreto todo seguirá igual en los próximos
tiempos. No habrá “alondra de luz por la mañana”.
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