Los pueblos indígenas del Perú habían
estado muy cerca de iniciar un proceso político partidario basado en la unidad
y la progresista pervivencia desde el año 1997, año de fundación de la Coordinadora
Permanente de los Pueblos Indígenas del Perú (COPPIP) –creada por acuerdo del
Primer Congreso Nacional de Derechos Humanos y Pueblos Indígenas del Perú
realizado en Cusco–, su misión de “Promover la unidad, el fortalecimiento y
desarrollo de los pueblos indígenas con identidad y autonomía, practicar el
respeto y la interculturalidad y sensibilizar a los pueblos, poblaciones y
sociedad nacional en el carácter multiétnico, plurinacional y multilingüe del
Estado peruano” ha constituido la plataforma doctrinaria y espiritual, de los
líderes de entonces, que les llevó a explorar el mundo de la política
partidaria y las posibilidades de encaminar el viejo sueño del bienestar común.
Cuando estuvieron llevando la
agenda política sobre los hombros de los compromisos –construidos en el seno de
una profusa capacidad organizativa– de las expectativas y esperanzas no
pudieron pasar el parapeto de la clase política elitista, centralista y
mercantilista del país. La ausencia de un partido político propio había
impedido el propósito de encumbrar la plataforma doctrinaria de los pueblos
indígenas y rezumó los intereses políticos nacionales en agravio de un proyecto
que buscó liderar con claridad y constancia. Al final de una tortuosa y
desigual vinculación líderes y profesionales cercanos al proceso indígena
lograron empleo en la estructura del gobierno a quién habían apuntalado en las
urnas. Esta experiencia no ha sido revisado metódicamente, en efecto, la historia
no puede abrir página alguna dotado de información
rigurosa que los nuevos actores necesitan a fin de remontar los desafíos que
después de muchos años se han convertido en verdaderos objetivos en lontananza.
En el terreno mullido quedó una
especie de semilla (de la política partidaria amazónica) que germina solamente
cuando se impregna con el agua de algún manantial, de la tierra donde se vive
en plenitud la cultura primigenia y donde la mirada global no reverbera el dogmatismo
ni el desinterés sino es entendida como una realidad distinta que permite esbozar
las cualidades de una sociedad autónoma que va inconteniblemente hacia la complementariedad
duradera de su esencia. Entonces, los desatinos de la política pública del
segundo gobierno del aprismo peruano, impelido por el extractivismo inhumano,
perpetró uno de los mayores crímenes de lesa humanidad y genocidio en Bagua (territorio
del pueblo Awajún), conocido como el “Baguazo”
(5 junio 2009). A partir de aquella trágica experiencia brotó la semilla subterránea
regada por la sangre prístina de un funesto tendal y, nuevamente, se habló y
trabajó en la idea de avanzar en la consolidación de una ventana política
denominado “Alianza para la Alternativa de la Humanidad” (APHU). En el
año 2011 una tentativa de alianza entre el Partido Nacionalista Gana Perú (hoy
en el poder) se quebró por las siguientes razones: El ninguneo que Gana Perú dejó
entrever en sus dictados al momento de ofertar sitiales de representación
parlamentaria, pues, nunca hubiera habido equivalencia en una relación desigual
en el fuero institucional, APHU era muy joven y no estaba inscrito. Otro motivo
fue la falta de voces consensuadas y se escuchó más el barullo de una pequeña mesnada
de distintos credos.
Actualmente, el terreno de la
política partidaria con enfoque amazónico se ha difuminado en relación directa con
la exigua preocupación común, el desinterés por lo propio y la prevalencia gregaria
de los pueblos indígenas que en pos de la rancia politiquería nacional ayudan a
retrasar la germinación de la semilla de ensueño cuyo pericarpio se abrirá
cuando los pueblos decidan caminar en el marco de una institución política
sólida –cuyas ideas y planes hubieren de gozar del privilegio y seguridad de su
realización por verdaderos líderes nunca antes visto en la historia republicana
del país– con autonomía, sabiduría, transitando desde la inmediatez coyuntural
a la perseverancia estoica, e inquebrantablemente unidos.
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