Tuesday, September 16, 2014

Desafío de la unidad.

Durante la última década de este siglo disminuyó paso a paso el valor de la unidad que se engendró –las relaciones de poder y bienestar de los pueblos indígenas milenarios se basó inexorablemente en la grandeza de la unidad constituida por prácticas honorables materiales e inmateriales que hicieron sorber por mucho tiempo de la fuente del esplendor– en la entraña del movimiento indígena amazónico. El valor de la unidad de los pueblos indígenas amazónicos de antaño era la columna vertebral de una estructura que no trepidaba sino daba solidez a la vida con relación a la muerte, es decir, toda disminución del valor de la unidad disminuía también el vigor de la vida misma. Siendo la unidad un elemento vital y a la vez frágil estaba relacionado con la capacidad regenerativa y frondosidad del bosque, con la tutela y amor que a un hijo se le brinda, con el cuidado y cosecha frugal de la yuca y del tabaco.

En la actualidad hay en el camino hacia el sueño del “buen vivir” sepulcros de fragmentos del valor de la unidad caídos en la guerra contra la codicia, caudillismo, ingenua subordinación, petulancia, complicidad y saqueo. El ejército de la unidad es muy pequeño ahora y que por temor del abatimiento en masa se habría refugiado en el ideal de algunos contemporáneos y en el corazón de los últimos sabios ancestrales –los hermanos que abordaron coloquialmente este tema dicen que los ancianos, a través de plantas sagradas (ayahuasca, toé, coca, tabaco y otros) han emprendido una cruzada contra la extenuación del valor de la unidad y en bien de su revitalización– que habitan en la memoria viva diseñado como un pequeño universo y realizado en la forma de un hogar holístico: la maloka.

Desde varios frentes ha sido atacado el valor de la unidad de los pueblos indígenas amazónicos y muchas veces ha sido emboscado, tomado prisionero y torturado en forma sistemática y encubierta. Hubo falsas compasiones que causaron vértigo y concesiones calculadas para dominar por cualquier flanco y dividir introduciéndose en el núcleo del territorio indígena. Así llegaron cronológicamente, los caucheros, madereros, petroleros, mineros y piratas de conocimientos tradicionales. Hace más de 40 años los petroleros se dieron cuenta de la fortaleza organizativa de los pueblos indígenas amazónicos que se presentaba como un solo escudo de amplia e imbatible cobertura, entonces, lograron desarrollar técnicas de manipulación de conciencia y opinión individual y colectivo para remontar lo que ellos veían como una encumbrada y altiva montaña. Desde su furtiva aplicación el valor de la unidad ha ido resquebrajándose compulsivamente.

Hoy, las empresas petroleras, lograron alejar a algunas organizaciones indígenas locales y comunidades que son parte de la estructura de AIDESEP, han sido arrancados y luego arrinconados contra su propio sufrimiento y necesidad de subsistencia y luego fueron maltratados y discriminados sin poder recibir auxilio oportuno del ejército conformado por el valor de la unidad, pues, una oveja que se aleja de su rebaño es presa fácil del tigre. La división o desmembramiento –del seno de una estructura– de organizaciones locales y comunidades han sido, también, propiciados por ong´s ambientalistas comparables con algún tipo de organismo que se alimenta de la polución. Una vez terminado la contaminación feroz el organismo desaparece sin dejar constancia de misericordia o algún gesto de interés por el ser humano hacedor de cambio y protagonista de todo proceso libertario. El Estado peruano es en este negocio un gran facilitador y terrateniente que en consonancia con la industria global y con el desarrollo cosmopolita dio lugar a una extensa necrología de indígenas envenenados por metales pesados, asesinados en el “baguazo” y en la tragedia de “Saweto”. Los pueblos indígenas en aislamiento voluntario conocen demasiado el dolor de la muerte y de la ferocidad inquisidora perpetrado en el silencio de la selva y que el Estado niega para abrir camino a la aniquiladora subasta de la amazonía.


El valor de la unidad constituye, entonces, el mayor desafío que atañe a los pueblos indígenas amazónicos. Es un deber que ha de concitar el mayor de los esfuerzos y empeño unánime para su reconstrucción y sostenibilidad. No existe por ahora otro elemento o valor que proporcione con objetividad la seguridad en el proceso de defensa de nuestros derechos. Depongamos toda actitud indígena que juega con la desunión y hagamos fuerte nuestro horizonte.