Tuesday, January 29, 2013

¡Inútil Contraloría!


En el último mes del 2012, un grupo de ciudadanos provenientes de la frontera Perú – Colombia llegaron a la ciudad de Iquitos para denunciar ante Contraloría General de la República los indicios de una mala administración de los fondos públicos que implicaría gravemente la gestión del alcalde de la Municipalidad Distrital del Putumayo. Ubicaron la Sede de Contraloría en la primera cuadra de la Calle Napo, explicaron brevemente al agente de seguridad el tema que han de tratar directamente con el jefe del organismo público, mientras escribía los datos de la comitiva en un cuadernillo para presentarlo en la siguiente oficina solicitó que dejaran bajo su custodia los documentos de identidad, llaves, celulares y otros objetos que según la percepción común y los prejuicios urbanos podrían usarse como instrumentos lesivos contra los probos y valientes funcionarios que luchan contra la mafia de la corrupción que tanto daño hace al país. El agente ingresó a la oficina contigua y el otro más joven oteaba cada movimiento de los ciudadanos que esperaban ansiosos el momento de la entrevista para demostrar la dictadura del delito y la injusticia. 

– No pondrán entrar todos, solo entrarán tres personas – dijo el agente que salió con un buen gesto de obediencia –, elijan ya a las personas que deben entrar.

El responsable del grupo de activistas conformado por cinco personas dijo que todos tienen un gran interés de entrevistarse con el Jefe de Contraloría, por que todos tienen algo importante que decir sobre la problemática social que incumbe al gobierno municipal del Putumayo. El agente, con ojos justicieros, llevó el mensaje. 

– Pueden ingresar todos – sentenció el agente.

Los ciudadanos ingresaron sin ningún remilgo y con aires adversos a los protocolos de recepción que lo llamaron “pérdida de tiempo”.  Intercambiaron saludos con una mujer de edad media, con cabello negro pintado, sentado en una silla giratoria, con las manos sobre una mesa de madera, con gestos de rectitud y uso eficiente de tiempo. Invitó a todos a sentarse y se presentó como la persona encargada de recibir las denuncias formales de los ciudadanos sobre la administración pública.
– Señora, nosotros venimos desde la lejana frontera Perú – Colombia con el objetivo de pedir directamente al jefe de esta oficina su decisión de disponer un equipo de profesionales que en virtud de sus funciones imparciales ayude al pueblo a conocer cómo se ha usado o invertido el millonario presupuesto que el gobierno central ha transferido a la Municipalidad Distrital del Putumayo – Explicó con voz firme el vocero principal –, nosotros estamos seguros que hay un mal manejo del presupuesto que la misma realidad demuestra, pues, no hay agua, no hay luz, los puentes están caídos, las calles desbordados de malezas, no hay proyectos generadores de empleo.

   – El jefe de esta sede de Contraloría no atiende al público – dijo la señora con un lenguaje ceñido a los parapetos de la vieja empleocracia –, por eso las funciones están delegadas. Nosotros atendemos denuncias con pruebas razonables que deben ser consignadas en un formulario debidamente llenado. Haré entrega de unos cuantos formularios para que se llenado y firmado por cualquiera de ustedes, luego, deberá ser tramitado por mesa de partes, y todo, de acuerdo a ley.

   – Cómo obtener pruebas razonables de los malos manejos económicos en la Municipalidad del Putumayo si toda la información técnica y económica está cerrado y solamente acceden a ellos funcionarios de confianza – preguntó impaciente un ciudadano y prosiguió dando luces sobre una dañina sociedad hermética –, no hay rendición de cuentas adecuadas sino engañosa y falsa, no responden a ninguna solicitud de información vía ley de transparencia. Por ejemplo, los insumos lácteos del Programa Vaso de Leche son usados para fiestas releccionistas y cuyas latas son hundidas con piedras en el río Putumayo, las pocas obras ejecutadas pueden estar muy sobrevaloradas, la empresa constructora de las obras licitadas pertenece indirectamente al alcalde y los documentos demuestran que no, el presupuesto aprobado para la adquisición mensual de combustible para el alumbrado público no debería haberse sido ejecutado si el generador ha estado malogrado por más de tres meses y no hubo luz en la comunidad. Ante la exigencia del pueblo para explicar el gasto del millonario presupuesto de esta municipalidad, dijo el alcalde, que está siendo ahorrado para que cuando sea suficiente se hará grande obras, que nunca se hicieron.

   – Entonces, ¿Cuándo interviene Contraloría? – preguntó exacerbado otro ciudadano.
   – Cuando hay pruebas, señor. Además, el Putumayo no está dentro del plan de intervención en este año – concretó la señora.

Los ciudadanos amargados y desanimados salieron raudos de la oficina de Contraloría Sede Iquitos. La confianza de encontrar ayuda real y desprendida, del Estado, ante un evidente desgobierno económico en la comuna del Putumayo, ha trastocado hondamente la noción del “estado de derecho”, vigilancia ciudadana y la institucionalidad democrática del país. Muchas veces el alcalde dijo que Humala es su amigo y que tiene sin cuidado cualquier denuncia, entonces, el alcalde aprovecha esta dudosa inacción para imponer en la administración pública el superlativo de negocio propio. Mientras el grito de socorro del pueblo del Putumayo no es retratado en ningún cuadro, ni acogida  en las ondas de ninguna estación de radio, y se asocia a la consonancia lúgubre que el pasado arroja en escarmiento.

Monday, January 21, 2013

El error de la “boa negra”.



Hace más de tres décadas un hábil pescador, llamado Virgilio, ha sido el bocado amargo y quizá mortal de una “boa negra” y, cuando la horrible oscuridad de la muerte vencía, el pescador volvió a ver la luz amiga e inseparable de la vida. El esperado invierno del río Putumayo es tan cruel para algunas especies que habitan tierras inundables y dadivosas para otros géneros como los peces que desovan nuevas vidas. En el invierno de entonces, los peces se desplazaban alegres y ávidos de alimentos que los bosques hacían caer en la avenida que desborda la ribera asediada de predadores. Una mañana de junio que tenía el sello del ocaso se esforzada por abrirse al sol por la espalda del pescador que, sentado en una versátil canoa de cedro, con escopeta cargada sobre el muslo y con flecha en la diestra, oteaba la entraña límpida de un milenario lecho recorrido por cuantiosas gamitanas, pacos y zungaros de gran tamaño. Virgilio, mientras elegía el pez mejor proporcionado de carne, controlaba estrictamente su entorno de los peligros de la selva mediante la interpretación de sonidos extraños, movimientos inusuales y de adversas percepciones extrasensorias, cuya aptitud había legado de su padre y nutrido por su experiencia. El otro mundo de la “boa negra,” habitualmente oculta, vivía sumergido bajo las raíces y sombras de infelices hojas de un árbol de aguaje y de la floresta colindante, que habiéndose despertado por los coletazos de los peces capturados emergió la sierpe por detrás del pescador a escasos diez metros. Con el infalible instinto devorador ubicó al pescador en el centro de su objetivo sin haber sido descubierto por las virtudes tutelares que ya se habían inhibido por el paroxismo de una pesca profusa. Ninguna fuerza natural de origen mágico escudaba al pescador del juego de la muerte, ni los pájaros agoreros siquiera cantaban. La tahuampa de extensión incalculable iba rebasando restingas de la lejana cocha conocido con el nombre de “bobona”, junto con la consonancia de los gritos de adiós de monos y roedores devorados. Entonces, el agua se movió con alevosía y sin motivo conocido, es cuando una mínima sensación de alerta trastocó la razón del solitario hombre que, ante la incapacidad de auxilio de los árboles y pájaros amigos, se había convertido en una víctima insalvable. 

La inquietud del agua reflejaba sutilmente la mirada estoica de Virgilio que registraba con atisbo el fruto de la generosa pesca, arrancó con la potencia de sus manos varias ramas de la fronda para proteger a los pescados del riguroso clima superficial. Cuando movió el remo para definir su equilibrio escuchó el estampido de un arma de fuego y recibió un fuerte golpe de agua en la espalda, todo en un solo instante, arrojándole consciente en las frías aguas del “bobona” y con la rapidez de un rayo, una boa de color negro brillante de ocho pulgadas de diámetro, hincó sus colmillos con ferocidad abominable en la cintura posterior del pescador, previo a la constricción letal, intentó una desgarradora rastra. El frémito taladrante del pescador se hizo oír hasta el aposento de la divina misericordia mientras abrazó con firmeza un árbol para no dejarse constreñir y asió con la zurda su antigua escopeta caído en la proa y con el arte de la eficacia disparó a quemarropa. El monstruo herido hasta los huesos desapareció como la soltura de un elástico forzado, bajo un remolino turbio y asesino. Virgilio se vio parado, inmóvil como una estatua, sin capacidad de percepción ni razón para describir y recordar, con el agua hasta las rodillas y con el cañón todavía humeante del arma triunfal. Durante tres minutos era habitante de una tierra que no era suyo. Veía pescados muertos dentro de una canoa, no podía oír ningún sonido del mundo y los aspectos naturales de su alrededor eran desconocidos, y cuando sus ojos querían ofuscarse ante la monotonía de la luz percibió el ascenso desde los pies de una energía conmovedora, como un extraordinario elixir iba destronando el hechizo fatal que la herida boa perpetró para anular cualquier obstáculo durante la fase anterior del engullimiento. La extraña sensación interior cubrió la totalidad de su cuerpo, fue en el mismo momento cuando recobró las facultades que hacen posible la vida humana, entonces ocurrió lo que ocurre cuando alguien es abandonado por un monstruo hambriento: Virgilio huyó asustado y con una prisa superior a todas las experiencias trepó un árbol para ponerse a salvo. Desde allí recordó todo lo que había acontecido y que su reacción ha sido extemporánea, sudó de tanto tiritar y el terror le hizo pensar que la “boa negra” lastimada con un disparo no había huido sino que se movía al acecho. Un cuarto de hora después el tormento del pescador estaba controlado por la influencia de la razón, pues estimó que la boa podría estar  gravemente golpeada por el poder de la bala, con el espinazo roto, debelado, asustado ante la respuesta valiente de una especie que eligió para alimentarse. 

Virgilio bajó del árbol con mayor seguridad y control de sus decisiones, aún con la firmeza del temperamento su corazón latía abruptamente. Recibía sin voluntad ideas fatalistas cargado de imágenes donde él perecía triturado, ensangrentado bajo la mirada de una espeluznante fiera. Deshacía los imaginarios lúgubres sacudiendo la cabeza, friccionando sus helados párpados y construyendo razones imperativas que pusiera su dignidad por encima de la miseria y que su salvación provenía de la obra del “padre creador”. Siendo la “boa negra” infalible en el arte de cazar no hubiera fallado en el disparo de agua con elevada presión. El agua conjurado que la boa expulsó desde su vientre, precisamente dirigido al centro de la espalda del pescador, impactó mayormente sobre el tronco de un árbol inclinado y una pequeña cantidad esparcida que cayó sobre él ha sido casi mortal. Estas asociaciones amigas del pescador han sido profundamente alentadoras, con el clima en su contra, con una herida abierta y con una fiebre incipiente decidió retornar a casa. 

Miró el sol para saber la hora. Eran las diez. Dos horas más tarde debería estar junto con su familia. Echó varios pescados de la canoa para mejorar la locomoción y dejó dos gamitanas para el pan del día, tomó su remo y emprendió una verdadera huida. Para acortar distancia y alejarse del agua implicada con la tragedia arrastró su pequeña canoa por un camino que conducía a otro tramo más lejano de la quebrada del mismo “bobona”. Después de una hora de navegación la fiebre aumentó severamente y el terror había reiniciado su dominio, una estela fantasmal se apoderó de su conciencia y sus ojos podían ver entes inmateriales. Presentía que la “boa negra” estaba bajo su canoa y que su remo chocaría con la fiera en el memento que nuevamente sea atacado.  

– ¡Rema que te agarran! – . Susurró al oído una escatológica voz protectoria. Al tiempo que miró hacia atrás y vio un perseguidor barco blanco de dos pisos que disponía de personas llamándole en tropel con los brazos al aire, a unos 100 metros. Virgilio, con la última fuerza que se desgastaba como un globo pinchado remaba desesperadamente en un elevado estado de delirio y consideraba que una conspiración de la naturaleza menos humana había sido encargada por la “boa negra” para matarlo, y que el barco blanco fungía aquella función. El lánguido pescador miraba hacia atrás cada vez que podía para ver cuanto había avanzado la nave y respiraba fría esperanza cuando iba descubriendo su lentitud, parecía muy cargado y el agua saltaba reacio en la proa. 

 – ¡Espera, espera! –. Gritaban los marineros desde el primer y segundo piso, los gritos eran cada vez más fuerte y constante que aturdía tenazmente al pescador hasta que lograron doblegarlo, el remo dejó de moverse juntamente con sus brazos debilitados a escasos 50 metros del puerto familiar. El barco se acercaba como una máquina del infierno, destrozando la última muralla fluvial fiel al pescador.

– ¡Rema que te agarran! –. Reiteró intensamente aquella esencia de perseverante tuición. Al mismo tiempo recibió el pescador abatido el impulso vital que necesitaba para llegar a su destino y cuando el barco disponía rematar con su horda misteriosa, rebatió su remo como hiciera las aletas de un moribundo pez y escapó hasta colisionar con la orilla de donde partió. Virgilio cayó en tierra impulsado por el  atraco violento de su heroica embarcación, gritó agónicamente tres veces mientras yacía. Mientras su esposa e hijos venían a su encuentro pedía, insistentemente, que vieran el barco y los hombres que tratan de matarlo. “No hay nada Virgilio, todo está tranquilo, te llevaremos a casa” – dijo su esposa –. Estaba con una fiebre muy alta y percataron que su herida abierta era una mordedura aún de origen ignorado. Daniel, su anciano padre, sabedor y curandero ancestral de la etnia murui se encargó de salvarle la vida.

Hoy, 19 de enero de 2013, me dijo: “Ha sido una trágica experiencia de origen natural, no intervino ninguna brujería. Vi el cuerpo negro de una boa que hasta entonces era un mito relacionado con poderes sobrenaturales, me ha demostrado que si: me disparó con agua mezclado con el aliento de la muerte, me buscó, encontró y persiguió con el “llamado barco fantasma". Pero, tuvo un gran error de observación: eligió el blanco pero no miró el árbol cruzado que me antecedía”.

– ¿Tuviste algún sueño o premonición que hubieras tomado en cuenta?
– Sí – me dijo sonriente –, pero te contaré otro día.

Monday, January 14, 2013

Escollo de la migración rural.


La historia de la humanidad está marcada por las huellas de importantes procesos migratorios, incitados principalmente por el fragor de la guerra, escasez de alimentos, conflictos religiosos, expropiación de tierra, desempleo y otras causas. Para tratar sobre el flujo migratorio interno en la amazonía tomaré como escenario la realidad social de la extensa cuenca del putumayo. 

La cuenca del Río Putumayo tiene 10 mil habitantes que viven en 70 comunidades asentados a lo largo de 1,200 km fluviales y está divido en 2 distritos: Teniente Manuel Clavero con su capital Soplin Vargas, en el alto Putumayo (frontera con Colombia y Ecuador) y el distrito del Putumayo con su capital El Estrecho, en la parte baja (frontera con Colombia). Soplin Vargas es una comunidad con menos de 300 habitantes, la mayoría de la población del distrito habitan comunidades nativas y ribereñas dentro de su jurisdicción, su crecimiento poblacional es muy parco y contradice una alta expectativa demográfica conferida a partir de la atracción que sugiere la dinámica educativa de nivel secundario, el funcionamiento de un hospital, telefonía celular y Banco de la Nación.  La discreta movilidad en esta parte del país está relacionada con la economía de Puerto Leguízamo, pequeña urbe colombiana, que satisface la oferta de la producción local peruana. Puerto Leguízamo funciona como el centro de un sistema económico en cuyo alrededor gira el bienestar de nuestros compatriotas, cuya prerrogativa creó un entorno generoso de convivencia geográfica y logística; permitiendo costear gastos escolares y otras necesidades fundamentales. Entonces, la población no migra hacia la capital del distrito mejor prefieren mantenerse cerca de los focos de intercambios sin renunciar de sus tierras fértiles, colateralmente obtienen hasta una doble nacionalidad.  

Mientras que en el distrito del Putumayo sucede todo lo contrario. El Estrecho, capital del distrito, se ha convertido en un centro de afluencia de inmigrantes que provienen de comunidades de la  circunscripción. Atraídos por la noticia sobre la enseñanza de una educación superior, capacidad adquisitiva del sector público y privado, oportunidad de empleo y la disponibilidad de servicios (salud, transporte y comunicación). En los últimos 10 años, la población de El Estrecho aumentó de 800 a 3000 habitantes. Pues, la demanda de mayor de cantidad de alimentos hizo caer la capacidad de abastecimiento del bosque y cochas próximas, y ante el fracaso de proyectos productivos impulsados por el Gobierno Regional de Loreto y el insuficiente esfuerzo del PEDICP (Proyecto Especial de Desarrollo Integral de la Cuenca del Putumayo), se dio inicio a una abrupta fase de escasez de alimentos. Las oportunidades de empleo y oportunidades han sido redistribuidas a fin de incluir a los inmigrantes. Exceptuándose a miles de ellos que, hasta hoy, no han logrado garantizar la regularidad del pan de cada día. 

Según el efecto selectivo de las migraciones que se manifiesta en la propia selección natural de los migrantes, son los individuos más débiles los que no emigran. En consecuencia,  los fuertes (jóvenes y emprendedores) optaron desplazarse hacia la ciudad de Iquitos, principalmente. Otros, lograron ubicarse en la ciudad de Lima. Si el narcotráfico en la zona hubiera estado vigente como en la década de los noventa, la diáspora tendría otras connotaciones. La población de inmigrantes putumayenses en Iquitos se aproxima a mil personas. Los suburbios de la ciudad de Iquitos asentadas sobre zonas inundables y sin servicios básicos acogieron amablemente a los que dejaron su tierra de origen con el afán de encontrar remedio al deterioro de su condición humana. El grandioso mercado de bienes y servicios que rige la vida en Iquitos envolvió a los inmigrantes de acuerdo a sus reglas individuales de inversión y ganancia. En este contexto, la intranquilidad del pábulo es fanática de la verborrea sinuosa de los políticos.
Iquitos se ha convertido hace mucho tiempo en un progresivo destino de emigrantes que provienen del interior de la Región. En el medio de inconcebibles desaciertos de los gobiernos locales, provinciales y regionales el tema del “éxodo rural” no tiene verdadera importancia socio-económico en los planes de nuestras autoridades. Prueba de ello, el menos trivial, son las recientes palabras despectivas y egoístas que un funcionario de la Municipalidad de Maynas dijo a un grupo de pobladoras que fueron a pedir ayuda ante la inminente inundación de sus viviendas: “quien les mandó vivir en un hueco”, y el más cuestionable quizá pueda corroborarse en la forma y posibilidades de vida digna que hubieran de tener los inmigrantes que viven en los alrededores de la ciudad (en las ciénagas de los ríos Amazonas, Nanay, Itaya y en el borde de la carretera Iquitos – Nauta). Habría que conocer con exactitud la situación socio-cultural de los inmigrantes rurales a fin de estimar las posibilidades de bienestar de una población que parece ser vulnerable y sin itinerario de progreso.

Thursday, January 10, 2013

Cuestiones supranacionales del bosque.


Recientes publicaciones y análisis sobre la implicancia del bosque de la cuenca amazónica con los postulados del capitalismo introdujo, en la percepción de la ciudadanía indígena del Perú, elementos que ponen en duda la prolongada y enaltecida “filantropía” de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) y de agencias de cooperación de países desarrollados, que llevaron adelante proyectos de titulación de tierra de comunidades nativas y plantearon al Estado la creación de parques nacionales y reservas comunales con el habitual  objetivo de conservar la diversidad biológica y cultural  existente en bosques previamente estudiadas. Estas propuestas conservacionistas fueron “consentidos” por organizaciones indígenas de nivel nacional y local, motivado por la expectativa de tenencia de un mayor espacio territorial, aunque sin autonomía y con limitaciones compulsivas, que sea generoso al estatus socio-cultural propio, duradero y auto-sostenible de los pueblos originarios.
Sobre el reciente libro “Geopolítica de la Amazonía, Poder hacendal-patrimonial y acumulación capitalista” del Vicepresidente de Bolivia Álvaro García Linera, la agencia de noticias Bolpress mediante sucintas acotaciones logró destacar cuantiosos textos, de las cuales seleccioné algunos relacionados con nuestra realidad. “Podríamos decir que el sistema neoliberal periférico se configuró entre un Estado reducido en sus capacidades y su poder de intervención económica y cultural (procesos de privatización y “achicamiento”), ONG que lo reemplazaban en determinadas áreas (social, cultural, lucha contra la pobreza, pueblos indígenas, medio ambiente, etc.), y un sector económico privado extranjero, que se apropiaba de las riquezas públicas”. “En ese contexto, algunas ONG en el país han sido el vehículo de la introducción de un tipo de ambientalismo colonial que relega a los pueblos indígenas al papel de cuidadores del bosque amazónico (considerado propiedad extraterritorial de gobiernos y empresas extranjeras), creando de facto una nueva relación de privatización y extranjerización de los parques nacionales y las Tierras Comunitarias de Origen (TCO), en las que el mismo Estado ha perdido tuición y control”. Las conclusiones que se exponen en estas frases desenredan los hilos que traban el acceso de la persona involucrada a un discernimiento que ayude a echar luz sobre los planes públicos y no públicos de las instituciones supranacionales que actúan en la temática ambiental del país. Pues bien, siendo inalcanzable los propósitos ocultos de un contubernio – si hubiera – no necesitamos escudriñar empeñosamente sino observar acuciosamente lo que ocurre, hoy, en el bosque de la amazonía peruana.

“La Amazonía peruana tiene alrededor de 78 millones de hectáreas, 47 millones de hectáreas (60%)” de ellas están concesionadas para fines de exploración y explotación de hidrocarburos. Importantes áreas naturales protegidas se encuentran bajo formas extractivas altamente incompatibles con el enfoque de protección “estricta” de las especies, inicialmente planteadas. En zonas de conservación denominadas de “uso indirecto” como los parques nacionales, santuarios nacionales y santuarios históricos,  no se permite la extracción de recursos naturales, así como modificaciones y transformaciones del ambiente natural, que pudieran impactar distintas cadenas tróficas con importante valor ecológico. Está permitido la “investigación científica” en estas zonas. En consecuencia, los pueblos indígenas y comunidades quedaron restringidos de realizar actividades ancestrales de subsistencia y territorios ancestrales han sido reducidos a geométricas propiedades comunales, indisponiendo procesos de crecimiento socio – cultural y el uso de los recursos naturales. En contra de los principios de conservación de la biodiversidad conocida por la sociedad, el Estado concedió licencia para la actividad petrolera en los siguientes lugares: Lote 135 de Pacific Stratus concesionado dentro del Parque Nacional Sierra del Divisor (Loreto). Lote 39 de Repsol, Lote 67 de Perenco y Lote 129 de Burlington se sobreponen a la Reserva Nacional Pucacuro (Loreto). Lote 76 de Hunt Oil se ubica dentro de la Reserva Comunal Amarakaeri. Lote 116 de Maurel Et Prom Perú está sobrepuesto a la Zona Reservada Santiago Comaina. Lotes 123  y 129 de Gran Tierra se superponen al Área de Conservación Regional Alto Nanay – Pintuyacu – Chambira y  a la Reserva Natural Pucacuro. Estas disidentes acciones ecológicas - extractivistas del Estado demuestran que las áreas destinadas a la conservación de la biodiversidad serán convertidas en complejos petroleros vinculados con la demanda energética del capitalismo mundial. Pues, los pueblos indígenas y comunidades no tienen ni tendrán jurisdicciones formales para defender el bosque y poner a salvo de los graves riesgos de contaminación. 

Según el Vicepresidente, el verdadero objetivo de la filantropía occidental fue conquistar territorios estratégicos y recursos de la biodiversidad (material genético, minerales, petróleo, gas…) a través de las ONG. Negociar con un pueblo indígena a través de una ONG local, financiada por otro país, es más fácil que establecer una relación de Estado a Estado. De otra manera (los países capitalistas desarrollados) tendrían que negociar, pactar o incluso enfrentar a otros Estados nacionales para conseguirlos”. Esta experiencia es posible en el Perú. Los proyectos de conservación con doble moral se han implementado sin la confrontación del Estado con otro Estado ni con las ONG. Algunos dirigentes indígenas de entonces y de hoy han sido y están siendo adoctrinados por ONG de diversas tendencias, a cambio de condescendencias pueriles, el verdadero sentido o interés de la intervención extranjera en la amazonía, aquello que se encamina subrepticiamente en agravio de la buena fe y el derecho de bienestar de los pueblos. El tema de la “investigación científica” permitido en las zonas de conservación es muy recurrente, cuya labor está relacionado con la ingeniería genética: prospección y análisis de muestras vegetales en laboratorios especializados, cuyos “principios activos” identificados y aplicados nunca significaron ganancias para el país y mucho menos para las fuentes sociales de origen.

Las empresas extranjeras han creado una novísima modalidad de plusvalor: el plusvalor medioambiental en torno a la apropiación extraterritorial de la biodiversidad amazónica, que les permite subir sus tasas de ganancia sin necesidad de modificar el patrón técnico-productivo destructivo de la biodiversidad. En otras palabras, siguen manteniendo en pie las mismas fuerzas técnicas destructivas y obtienen sustanciales rebajas de impuestos y eliminación de penalidades cada vez que titulan “bonos de carbono” a nombre de una de ellas” – afirma García Linera. Los servicios ambientales del bosque se introducen en el Perú con la anuencia formal del Estado (El Perú fue aprobado como participante en el Fondo Cooperativo de Carbono Forestal del Banco Mundial en el año 2011), en el marco del mecanismo REDD+ (Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación + (más) Manejo Forestal Sostenible, Conservación de Bosques y Almacenamiento de Carbono).  Pueblos y comunidades indígenas vienen ofertando sus bosques a cambio de irrisorias sumas de dinero por hectárea. AIDESEP recomienda exigir la titulación de tierras comunales y “frenar la burbuja especulativa de REDD+, como condiciones previas a la apertura de este gran negocio que beneficiaría a los países industrializados que se niegan a reducir emisiones contaminantes. Sin embargo, el rechazo del avance de mecanismos REDD+ deberá elevar los niveles de unidad y firmeza de los pueblos indígenas y comunidades a fin de descolonizar la condición socio – cultural, no participar en el agravio de la tierra y afirmar la esperanza del progreso de Loreto sobre el uso adecuado de los recursos naturales.