Monday, January 14, 2013

Escollo de la migración rural.


La historia de la humanidad está marcada por las huellas de importantes procesos migratorios, incitados principalmente por el fragor de la guerra, escasez de alimentos, conflictos religiosos, expropiación de tierra, desempleo y otras causas. Para tratar sobre el flujo migratorio interno en la amazonía tomaré como escenario la realidad social de la extensa cuenca del putumayo. 

La cuenca del Río Putumayo tiene 10 mil habitantes que viven en 70 comunidades asentados a lo largo de 1,200 km fluviales y está divido en 2 distritos: Teniente Manuel Clavero con su capital Soplin Vargas, en el alto Putumayo (frontera con Colombia y Ecuador) y el distrito del Putumayo con su capital El Estrecho, en la parte baja (frontera con Colombia). Soplin Vargas es una comunidad con menos de 300 habitantes, la mayoría de la población del distrito habitan comunidades nativas y ribereñas dentro de su jurisdicción, su crecimiento poblacional es muy parco y contradice una alta expectativa demográfica conferida a partir de la atracción que sugiere la dinámica educativa de nivel secundario, el funcionamiento de un hospital, telefonía celular y Banco de la Nación.  La discreta movilidad en esta parte del país está relacionada con la economía de Puerto Leguízamo, pequeña urbe colombiana, que satisface la oferta de la producción local peruana. Puerto Leguízamo funciona como el centro de un sistema económico en cuyo alrededor gira el bienestar de nuestros compatriotas, cuya prerrogativa creó un entorno generoso de convivencia geográfica y logística; permitiendo costear gastos escolares y otras necesidades fundamentales. Entonces, la población no migra hacia la capital del distrito mejor prefieren mantenerse cerca de los focos de intercambios sin renunciar de sus tierras fértiles, colateralmente obtienen hasta una doble nacionalidad.  

Mientras que en el distrito del Putumayo sucede todo lo contrario. El Estrecho, capital del distrito, se ha convertido en un centro de afluencia de inmigrantes que provienen de comunidades de la  circunscripción. Atraídos por la noticia sobre la enseñanza de una educación superior, capacidad adquisitiva del sector público y privado, oportunidad de empleo y la disponibilidad de servicios (salud, transporte y comunicación). En los últimos 10 años, la población de El Estrecho aumentó de 800 a 3000 habitantes. Pues, la demanda de mayor de cantidad de alimentos hizo caer la capacidad de abastecimiento del bosque y cochas próximas, y ante el fracaso de proyectos productivos impulsados por el Gobierno Regional de Loreto y el insuficiente esfuerzo del PEDICP (Proyecto Especial de Desarrollo Integral de la Cuenca del Putumayo), se dio inicio a una abrupta fase de escasez de alimentos. Las oportunidades de empleo y oportunidades han sido redistribuidas a fin de incluir a los inmigrantes. Exceptuándose a miles de ellos que, hasta hoy, no han logrado garantizar la regularidad del pan de cada día. 

Según el efecto selectivo de las migraciones que se manifiesta en la propia selección natural de los migrantes, son los individuos más débiles los que no emigran. En consecuencia,  los fuertes (jóvenes y emprendedores) optaron desplazarse hacia la ciudad de Iquitos, principalmente. Otros, lograron ubicarse en la ciudad de Lima. Si el narcotráfico en la zona hubiera estado vigente como en la década de los noventa, la diáspora tendría otras connotaciones. La población de inmigrantes putumayenses en Iquitos se aproxima a mil personas. Los suburbios de la ciudad de Iquitos asentadas sobre zonas inundables y sin servicios básicos acogieron amablemente a los que dejaron su tierra de origen con el afán de encontrar remedio al deterioro de su condición humana. El grandioso mercado de bienes y servicios que rige la vida en Iquitos envolvió a los inmigrantes de acuerdo a sus reglas individuales de inversión y ganancia. En este contexto, la intranquilidad del pábulo es fanática de la verborrea sinuosa de los políticos.
Iquitos se ha convertido hace mucho tiempo en un progresivo destino de emigrantes que provienen del interior de la Región. En el medio de inconcebibles desaciertos de los gobiernos locales, provinciales y regionales el tema del “éxodo rural” no tiene verdadera importancia socio-económico en los planes de nuestras autoridades. Prueba de ello, el menos trivial, son las recientes palabras despectivas y egoístas que un funcionario de la Municipalidad de Maynas dijo a un grupo de pobladoras que fueron a pedir ayuda ante la inminente inundación de sus viviendas: “quien les mandó vivir en un hueco”, y el más cuestionable quizá pueda corroborarse en la forma y posibilidades de vida digna que hubieran de tener los inmigrantes que viven en los alrededores de la ciudad (en las ciénagas de los ríos Amazonas, Nanay, Itaya y en el borde de la carretera Iquitos – Nauta). Habría que conocer con exactitud la situación socio-cultural de los inmigrantes rurales a fin de estimar las posibilidades de bienestar de una población que parece ser vulnerable y sin itinerario de progreso.

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