El sábado 17 de
noviembre del año 2012, en la Maloka de “Machope” (nombre propio de Manuel
Trigoso, Curaca Bora de Pucaurquillo – Río Ampiyacu), se realizó una
tradicional y portentosa fiesta denominado Páaja,
mediante el cual se celebra la renovación o mantenimiento del vetusto techo
de la maloka. Es una fiesta que arroja sobre un lecho de hojas las bondades de
los cultivos y los variados bienes alimenticios que dispone el bosque. Los
invitados del lado abajo y arriba del Ampiyacu traen consigo carne o pescado asado
o fresco para intercambiar con productos de labranza del dueño de la maloka: casabe
(torta de almidón), piña, maní y bebida preparada con agua hervida, almidón de
yuca dulce combinado con extracto de frutas naturales. Cada quién recibe una
justa equivalencia de su dación, por ejemplo, por un majás asado que da el
invitado recibe cinco tortas de almidón y veinte puñados de maní, esta
actividad está a cargo de las mujeres con el apoyo de los varones. El Curaca,
dueño de la fiesta, entrega al curaca o jefe de la comunidad invitado cincuenta
cucharadas de polvo de coca (mambe) y dos cucharadas de tabaco preparado
(ambil). Los intercambios aseguran la alimentación durante los dos días de
duración de la fiesta, mientras la coca y el tabaco tienen relación con el
espacio espiritual que rige la existencia de la buena salud de los asistentes,
la gentiliza del clima y la quietud de las especies peligrosas.
“Machope” y sus
asistentes se han ubicado en el fondo central de la Maloka, desde allí dirigía
y respondía cada inquietud, felicitaciones, reclamos y sátiras vertidos por los
invitados. Por ejemplo, una comunidad reclamó mediante canciones la inoportuna
e inesperada lluvia que alteró los ánimos, pues, se mojaron pertenencias e inundaron
varios tramos del camino. Tanto ha sido la incomodidad que hicieron más de
cinco disparos al aire con escopeta de caza, desde el interior y exterior de la
Maloka. Los visitantes mestizos y aquellos que desconocen las formas propias de
protestar quedaron, brevemente, estupefactos y atemorizados. Mas tarde,
participé dentro de la delegación de Manuel Miveco, Curaca de la comunidad de
Brillo Nuevo, conversamos intermitentemente sobre la historia de Páaja, motivos y mensajes de las
canciones. Cuando pregunté sobre los disparos realizados por su delegación me
dijo que ha sido una forma de hacerle saber al Curaca dueño de fiesta que no ha
logrado armonizarse con los principales espíritus y ha sido un llamado de
atención para reaccione a fin de evitar mayores problemas mas allá de nuestra
voluntad. Nuestros antepasados hacían que los espíritus del bosque ayuden a
mantener la alegría durante la festividad, llovía después de la celebración,
aseguró enfáticamente el Curaca Miveco.
Las canciones y
danzas son peculiarmente agradables. La primera voz y sus asistentes se ubican
en el centro de una fila compuesto por no menos de 20 varones, las mujeres
danzan en el enfrente y cantan resaltando su voz transitoriamente como si se
interrumpieran por si misma, al cual llaman “dúo”. Los jóvenes, niños y otras
personas danzan en columna simulando el desplazamiento de una serpiente que
envuelve la fila de mujeres y varones que cantan asistido por la percusión,
sobre la tierra, de un trozo delgado de árbol de marona. Cada grupo
o comunidad canta durante un tiempo no mayor de media hora. En este primer
capítulo de la fiesta que duró todo el día del sábado pasado hasta las diez de
la noche, participó la comitiva cultural de la Asociación Curuinsi, con danzas
y canciones afines. A partir de las diez
de la noche las canciones y formas de danzar son otras, inician cantando en voz
baja como si estarían orando y que va elevándose progresivamente hasta
normalizarse, este segundo capítulo se denomina lléeneba, que terminó a las cinco de la mañana de día siguiente,
con la que finaliza la fiesta.
El capítulo lléeneba es un espacio de origen
ancestral que cumple la función reguladora de las relaciones sociales con otros
clanes o pueblos indígenas distintos. Es una oportunidad que tienen los
invitados para expresar con creatividad y elegancia rítmica su conformidad o
disconformidad encontrado durante su permanencia en el lugar. Los organizadores
de Páaja están atentos a las dedicatorias para premiar o castigar, si hubiese
excedido los códigos de conducta. El castigo consiste en forzar al autor del
insulto, en este caso, a la ingesta del ambil con poderosa concentración de
tabaco y sal de monte, causando fuertes mareos y vómitos.
Los jóvenes
(escolares) de ésta zona han participado en la organización de la fiesta a
partir de la inducción de los maestros bilingües, que por primera vez, tuve la
reconfortante alegría de observar tan importante paso hacia la valoración de lo
propio, que implica una nueva etapa del pensamiento indígena que se encamina
hacia la construcción de una adecuada interculturalidad, que permita crear una
forma propias de desarrollo con enfoque sistémico hombre – naturaleza.