La diferencia cultural de un
pueblo originario de la amazonia con otro atañe, solamente, con la denominación
que el idioma propio asigna a los mismos elementos materiales e inmateriales
que sustentan la vida en relación con el bosque. Empero, la ubicación
geográfica de un pueblo originario hizo posible la germinación de cualidades
singulares, por ejemplo, los Kukama son
mejores pescadores y diestros navegantes, conocen mejor la conducta de las
especies que habitan en los ríos y cochas. Desde tiempos muy remotos ocuparon
tierras bajas, entre várzeas y restingas cultivaron una promisoria cultura que
hoy, después de los flagelos perpetrados por las misiones “reduccionistas” y
las subsiguientes medidas homogeneizantes, pueblan comunidades vinculados con
su legado cultural y se identifican con las fértiles fajas de los ríos
Huallaga, Marañón, Ucayali y Amazonas. Mientras
que el Pueblo Bora (uno de los
pueblos que nacieron en tierra no inundable), hicieron caminar su milenaria
cultura en reciprocidad con el bosque de “tierra firme”, acentuando sus
prácticas sobre la generosidad de las colinas y la aquiescencia de acogedoras quebradas
que en su lecho fresca y cristalina, sostienen numerosas vidas.
El esbozo conceptual de una
convivencia autosustentable dentro de una organización (familiar) de raíces
ancestrales, plantearé tomando como modelo el territorio familiar del sabedor
Bora Manuel Trigoso, septuagenario, viudo, delgado, alegre, de mirada acogedora
y ágiles movimientos que muy bien podría compararse con el vigor de alguien
mucho más joven, heredero del vasto saber que sus antepasados ejercieron. Vive en una Maloka con características y
funciones primigenias, ubicado en la entraña de una antigua purma a 300 metros
de Pucaurquillo, comunidad nativa del río Ampiyacu. La familia está constituida
por su hija y esposo, y cuatro nietos. Durante la noche planifican tareas para
el siguiente día, teniendo en cuenta las inevitables prioridades humanas:
alimentación, educación, espiritualidad y reproducción de los saberes
tradicionales. Aquella primera noche de conversación percibí una gran energía que
transmitió el legendario sabedor desde su enclave ceremonial, mediante aquellos
hilos subliminales que la coca y el tabaco gobierna, inexorablemente, para
lograr la conexión del hombre con las entidades anímicas. Pues, la renovación
de la armonía en esta viva dualidad (hombre – naturaleza) ha de realizarse con la
frecuencia del ocaso. El sabedor estaba sentado en el centro y nosotros a su
alrededor adoptamos la dinámica de un sistema planetario: concebíamos ideas y
percepciones dinámicas impulsadas por la brillantez de sus enseñanzas.
Entonces, el sabedor asignaba tareas para el día siguiente no con la forma de
un mandato sino con la virtud de los ejemplos referidos al rol y disciplina de
la hormiga, resaltó la reciprocidad que practica el pájaro carpintero con el
tucán: uno con su fuerte pico agujerea la parte alta del tronco de un árbol
para que anide el tucán, al recibir la obra el tucán enseña un árbol de aguaje
muerto con abundante suri, del cual se alimentará el cansado y laborioso pájaro
carpintero. Alguien que estuvo sentado junto a mí, según me dijeron después que
él habría de ser el próximo sucesor del sabedor Trigoso, me dijo: “Mi suegro Trigoso habla desde un
nivel alto de concentración para que escuchen, también, los espíritus del monte,
y contribuyan con el éxito de nuestras tareas diarias”. El sabedor disertaba
sin interrupción y con la elegancia propia de una entonación ascética, cuyo lecho
agradable iba llevándome a un estado de paz no nunca antes percibido.
El día siguiente, antes de la
salida del sol, los miembros de la familia habían iniciado sus quehaceres. Yo,
el sabedor y un nieto suyo teníamos la tarea de cosechar hoja de coca para el ritual
de la siguiente noche. Después de caminar lentamente por un terreno accidentado
llegamos, después de una hora, a la chacra objetivo. “Esta chacra está listo
con sembrío de yuca dulce, coca, piña, maní, dale dale, ají y tabaco, para
hacer la próxima fiesta de la ‘marona’”, explicó el sabedor con profusa alegría
y el brillo hospitalario de sus ojos longevos transmitía pudor y evocación del
otrora mundo vernáculo exento de las perfidias y crueldades de hoy. Durante el retorno pude observar y comprobar
que el territorio del sabedor estaba organizado con fecunda idoneidad: las
purmas antiguas proveen de especies, medicina y madera; las purmas jóvenes dan
frutas de pijuayo, humarí, uvilla, cítricos, caimito y otros; las quebradas
cercanas que divide una colina con otra disponen de peces para la alimentación
de la familia (niños y jóvenes pescan después de salir del colegio y preparan
sus alimentos mientras sus padres tardan en llegan de la chacra).
Y el bosque virgen está
comprendido dentro de una latitud social de indispensable vitalidad, es el
patrimonio de la familia, es la primera representación del padre creador (funciona
perfectamente) y el principal aliado del
esfuerzo por un bienestar duradero. La familia del sabedor Trigoso no admira
suntuariamente la cultura urbana sino reconoce sus peligros y se apropia de su
principal bondad: la Educación Intercultural Bilingüe. La articulación con el
mercado está basada en el expendio de productos hortícolas, artesanías y
medicina tradicional. La “pobreza” aún no ha llegado al territorio del sabedor
Bora, posponiendo la lógica utilitarista en su caracterización. Ellos se
alimentan adecuadamente (derivados tradicionales de yuca, frutas frescas,
pescado y carne, tubérculos varios, arroz, sal y azúcar provienen del mercado)
y acceden al centro de salud cuando las enfermedades provienen de afuera). Usan
trampas para cazar y pescar. No hay Televisor en éste pequeño régimen, se informan
a través de la corriente de voces de amigos y autoridades que llegan al lugar.
Empero, la fertilidad del espacio
social y cultural de una familia arraigado sabiamente a los conocimientos
propios, y consciente de defender una situación de contrapeso para escapar de
la pobreza existente en su alrededor, habría de servir para encontrar un
verdadero modelo de comunidad autosustentable. El escenario existe, para ver su
contextura se necesita una mirada y lógica amazónica.