Transcurrió más de cien años
desde que los sabios indígenas del pueblo huitoto murui poseían conocimientos extraordinarios
y sobrenaturales. Tantos otros pueblos tenían lo suyo, admitía mi abuelo. Su
declive fue acelerado por la evangelización y la prohibición prolongada del uso
y ejercicio recurrente, dejando a su paso el imbatible muro de la
discriminación y olvido. La transmisión generacional, en consecuencia, fue
interrumpido, disminuido y ataviado por la consiguiente enseñanza proveída en
las escuelas cristianas. Imposible no mencionar la ruptura de la columna
vertebral que la aberrante y genocida época del caucho infligió al refulgente
proceso cultural propio de entonces.
Los esfuerzos de
investigadores y exploradores hicieron posible conocer a la luz de nuestros
días la diversidad, jerarquía y efectos de los conocimientos vernaculares. También,
la tecnología de la información y la comunicación frenó la velocidad de la
decadencia y permitió la recopilación y documentación de importantes fragmentos
de los vastos saberes.
El antropólogo y lingüista suizo
Jürg Ulrich Gasche (1940 Suiza – 2020 Perú) –le llamábamos izo
(tío) Jorge Gasche, por respeto y admiración– dedicó más de media vida en
investigar y demostrar que la sabiduría huitoto murui –por antonomasia echó luz
el universo de la cultura de otros pueblos indígenas para develar su hermosa y
riquísima dimensión– es profunda, poética, filosófica, figurada y a la vez
pragmática en la creación de ecosistemas de vida y cambios dinámicos para
remontar la valla del peligro. Decía izo Gasche: Tengo grabado el
discurso de tres horas y media sobre el origen de la tierra y sus alrededores (binie
kumuillano) y otros géneros cognitivos entre ellos sagrados que los sabios
disertaban únicamente en actos ceremoniales para rendir homenaje a la semilla, cosecha
y la abundancia de comida, inauguración de una maloka, bienvenida de un ser
totémico y otros acontecimientos que constituyen vitales en el desarrollo de la
cultura y la vida saludable. Asimismo –seguía contando izo en el mambeadero
(lugar de diálogo) con buena dosis de coca y tabaco en ingesta, en
reciprocidad– que los sabios y ancianos de quiénes recibió generosamente los
conocimientos ancestrales murieron pocos años después. Probablemente, conmigo
los abuelos sabios debieron haber cumplido el deseo de asegurar la transmisión
de saberes hacia otras latitudes y generaciones donde en algún momento volverá
a amanecer la palabra.
Quedamos todos maravillados y
con miles de preguntas sin respuesta, porque los que deberían responder ya no
están con nosotros sino ulteriores representantes consanguíneos y líderes que
procuran mantener vigente el brillo de la milenaria cultura huitoto murui. En
un fragmento del discurso sobre el origen se refiere, por ejemplo, a la posada
del conocimiento universal basado en el “canasto de la sabiduría” del cual los
seres humanos están logrando acceder poco a poco. Dónde estaría ubicado este
tejido conteniendo los saberes del mundo, cómo los sabios o n+mairamas (sabio
de más alto nivel) lograban llegar a ella, qué tipo y cantidad de
conocimiento estarían en el cesto organizado –tal como reza el discurso de
origen– en una especie de panal con celdillas de colores relucientes. Descifrar
e interpretar con respetable aproximación la totalidad del discurso tardaría
muchas horas, días o semanas. Teniendo en cuenta que su construcción es metafórica
y con abundante simbolismo –dijo izo Gasche– la respuesta exacta de las
preguntas a estas alturas de la civilización solo puede ser encontrada a través
de las plantas maestras: coca, tabaco, ayahuasca y yajé.
Si hubieran sabido escribir los
historiadores murui habrían contado con el lente de la verdad y con detalle
cómo hacían los n+mairamas y guerreros, por
ejemplo, para viajar por el espacio aéreo en naves fabricadas con el poder del
discurso de origen. Cómo hacían levitar los pilares de madera dura de más de
quinientos kilos para que una sola persona pueda maniobrar en la construcción
de la maloka. Hay muchos hechos similares y reales que enumerar, de
extraordinaria tesitura. Recientemente (julio 2023), cómo sobrevivieron 40 días
en la selva colombiana los cuatro niños huitotos murui perdidos, quizá la selva
no es enemigo sino amigo de los pueblos indígenas, por la incansable y
armoniosa coexistencia durante siglos, porque estamos y debemos estar juntos el
hombre y el bosque para salvar el mundo de las embestidas muy bien conocidas.
La revitalización y práctica extendida
y profunda de la cultura huitoto murui y de otros pueblos indígenas debe convertirse
en una prioridad para el buen vivir en el territorio ancestral, consiguientemente
fortalecer el esfuerzo global orientado a detener la destrucción de la amazonia.