“Cuando era gusano
comía finos tallos, ahora que soy chicharra canto feliz en mi último verano” – (Metáfora
existencial del pueblo Huitoto).
Hace más de 15 años (1997),
aproximadamente, en la primigenia Organización Regional AIDESEP Iquitos (organización
base de AIDESEP, hoy denominado Organización Regional de los pueblos Indígenas
del Oriente – ORPIO), tuve la temprana experiencia de participar en un importante
congreso donde se trabajó profusamente durante una jornada de cinco días
dedicados a la construcción del “Plan de Vida al 2012” de esta importante
organización que agrupa a pueblos indígenas de la amazonía noreste del Perú. Desde
entonces la visión se ha mantenido conservando su esencia basada en una
riquísima expresión en tiempo presente: “Pueblos
indígenas consolidados y desarrollados, gobernando con autonomía”.
Al finalizar el periodo de la
visión (2012), en la evaluación estoy seguro ha sido aprobado los resultados
relacionados con la principal línea de acción referida a la “Reivindicación de la integridad territorial y
su permanencia en el tiempo” –AIDESEP actualmente sostiene que 13 788 953
hectáreas han sido tituladas a favor de
los pueblos indígenas de su jurisdicción y la gestión de 2 799 901 hectáreas de
cinco reservas territoriales a favor de los pueblos indígenas en aislamiento
voluntario– y hubiera demostrado signos de insatisfacción en la valoración de
las otras líneas de acción que tienen que ver con el “ejercicio pleno de la vida espiritual y valores propios”, “ejercicio
del autogobierno indígena” y “promoción de la identidad, cultura y desarrollo
humano”. El balance de una primera etapa del “Plan de Vida” de los pueblos
indígenas del noreste del Perú ratificó la importancia de garantizar la
integridad territorial libre de amenazas y con aptitud no solamente agrícola
sino de la totalidad de sus bondades, capaz de brindar las bases necesarias
sobre la cual se ha de erguir comunidades sostenibles con cultura originaria,
progresiva y cuidadosamente complementada con la técnica y la ciencia más
idónea de la cultura occidental. También, puso al descubierto una forma lenta
pero creciente de mudanza hacia diversas formas alegres de adopción de hábitos
de otras latitudes sociales que sincretizan en un núcleo donde la célula
indígena no tiene posibilidades de generar “vida plena o buen vivir” en su
dimensión más propia. Por ejemplo, el pensamiento y los valores del individuo
indígena contienen elementos muy predominantes que provienen de la educación
adquirida –la educación básica y superior en el Perú está orientado a fortalecer
las demandas de los mercados que sustenta la continuidad de una civilización
desenfrenada, extractivista y consumista– y en el camino de la vida (en el relacionamiento
con las teorías de las políticas públicas, ambientales, económicas,
antropológicas, normativas, culinarias, religiosas, domésticas y otros) han ido
profundizándose.
En la Chorrera – Colombia se dice
y se hace siguiendo, por ejemplo, la forma cómo se elabora un canasto, que
implica la práctica de empezar siempre desde abajo hacia arriba. El tejido en
sí mismo explicita el uso de un conocimiento generacional que se va realizando
mediante la unión estética y uniforme de tiras hasta lograr la hechura de un
recipiente, evidencia la inevitable construcción y reconstrucción diaria de la
vida donde uno depende del otro (hombre – naturaleza) y para luego llevarla
sobre la espalda cargado de cosechas. La metamorfosis de un gusano hasta
convertirse en mariposa o en la chicharra (de la metáfora existencial Huitoto)
que representa la culminación feliz de un proceso y la pervivencia de la
especie. Hay muchas lecciones que la misma naturaleza proporciona
recíprocamente al hombre amazónico mediante la dinámica de sus procesos vitales
(animal y vegetal); empero, la percepción es muy débil y casi nula cuando nuestros
sentidos sensoriales, la conciencia y la razón se hubieran divorciado de una
dualidad ancestral que hizo posible mantener casi completa la belleza y esplendor
del bosque y el aprecio de su fragilidad.
El territorio de la amazonía
peruana está zonificado económicamente para satisfacer la demanda del empresariado
nacional e internacional, y la visión del Estado no hace abstracción de ninguna
fuente de riqueza y reubica otros intereses menores a sitiales de postergación.
Los territorios ocupados por los pueblos indígenas constituyen para el Estado
un gran desafío en su política de intervención.
Bueno, con los datos históricos y
la breve observación del valioso y vital ejemplo que brinda la función de la
naturaleza tomaré la libertad de inferir y esbozar el futuro de los pueblos
indígenas amazónicos hasta el 2047 (50 años desde 1997, año en la que se hizo
el primer Plan de Vida de los pueblos indígenas amazónicos del noreste del
Perú), en el siguiente orden: 1. Cada pueblo indígena gobernará su territorio
(sin estatus de autonomía formal) y se relacionará con el Estado y el
empresariado con mayor fluidez en base a la consulta previa y consentimiento.
2. Los líderes indígenas promoverán y llevarán a cabo proyectos de “desarrollo sostenible”
integral con el auspicio de entidades financieras multilaterales. 3. El proceso
generacional de transferencia de conocimientos ancestrales estará llegando a su
fin y la práctica revitalizadora aumentará en dimensión y recurso. 4. Habrá un
partido político construido y dirigido sobre la base de un nacionalismo étnico,
pero sintonizado con la partitura del orden democrático global. 5. Se
priorizará y se llevará adelante iniciativas de formación profesional en
ciencia y tecnología.
Lo que podemos hacer ahora puede
cambiar los resultados esperados.