El 12 de octubre de
2012, en la Chorrera – Colombia, se realizó una importante e histórica
convocatoria en el marco de la conmemoración del centenario de la encíclica
Lacrimabili Statu Indorum promulgado por el Papa Pío X con el fin de “poner
remedio a la miserable condición de los indios” que estuvieron sometidos a la
barbarie del caucho dirigida por la Casa Arana. La Asociación Curuinsi ha sido
representado por su presidente Rubén Medina Robledo, descendiente del pueblo
Murui, en virtud de su labor colectiva orientado a revalorar y practicar la
herencia cultural de nuestros antepasados.
Las organizaciones indígenas de
Colombia presentaron un documento denominado “REQUERIMIENTOS DE LOS DESCENDIENTES INDIGENAS VÍCTIMAS DEL ETNOCIDIO
CUACHERO”, con los siguientes temas: 1.
Difundir, en todo el mundo, la verdad sobre la cauchería en el putumayo, 2. Sensibilizar al mundo empresarial
sobre las masacres del pasado, cometido en nombre del desarrollo europeo, 3. Crear una institución de la memoria y
movilizar el sector académico para su reproducción, 4. Crear una mesa de acuerdos y su implementación comunitaria, 5. Viabilizar mecanismos de reparación
y ejercicio de la justicia.
Se hizo la exposición ante la presencia
del embajador de Gran Bretaña Jhon
Deew, “Nosotros no queremos guardar
rencor, hoy, 100 años después estamos aquí para devolver y entregar a estos que
nos hizo sufrir a quienes fueron responsables de lo sucedido, queremos difundir esta verdad como lo hizo hace un
siglo el Cónsul Británico Roger Cassement”, finaliza el documento.
Los artistas murui Santiago y Rember
Yahuarcani pintaron un mural, en la pared de un colegio, denominado “El grito
de los hijos de la coca, el tabaco y la yuca dulce”. Según las apreciaciones de
los líderes, la obra de arte, hace visible el grito de dolor y esperanza, que
refuerza la institucionalidad de la memoria.
El presidente de Curuinsi, logró
agrupar a los hermanos indígenas del Perú, para reflexionar sobre el pasado y esbozar
procedimientos necesarios que hicieran posible la construcción de una agenda común
con enfoque de bienestar autosustentable
para los descendientes Murui, Bora y Ocaina que habitan territorios en el
Putumayo, Ampiyacu y Napo. Esta idea deberá ir concretándose con la
participación comunitaria y organizaciones aliadas, una vez concluida deberá
presentarse al Estado peruano para su financiamiento. Lo que viene es un
trabajo consensuado, desprendimiento de compromisos e identificación
sociopolítica por una causa que la sociedad elitista trató de ocultar con el fin
de proteger la careta del capitalismo salvaje.
Más allá de la coyuntura comprende la
soltura de la conciencia nacional y global en una época donde la pobreza de los
pueblos indígenas se incrementa en relación a la disminución de la capacidad
proveedora del bosque y donde el siglo XXI alumbra una crisis relacionado con
la falta de liquidez para un país y abundancia de riquezas para otro, la
tortura de los derechos de los ciudadanos y el privilegio de los estamentos
financieros. Estos acontecimientos significan, para los pueblos vulnerables,
una oportunidad para afianzar nuestra autonomía objetiva a partir del
funcionamiento de proyectos de vida inspirados en nuestras herencias y dirigido
por líderes indígenas abolidos de los
temores y atavismos de la esclavitud.
Varias veces,
nuestras lágrimas, cayeron como un caño roto al escuchar los testimonios sobre
la tortura de adultos y niños. Hoy, las personas mayores que viven en la
Chorrera nos dicen que las tierras no pobladas en los márgenes del Igaraparaná
han sido despobladas por las migraciones forzadas o el exterminio brutal de sus
habitantes, entonces, esas tierras vivas siguen esperando a sus hijos, como una
madre que nunca pierde la esperanza de volver abrigar y amar a los suyos.
El sentimiento de nuestra tierra debe ser guía de nuestros sueños, volver a
sembrar, cosechar y alimentar para progresar según los desafíos vigentes.
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