La organización social de los
pueblos indígenas amazónicos estaba basada en una jerarquía de articulación e
interactividad con el prestigio, con el mérito y con la disciplina de los
miembros de la comunidad. El jefe demostraba con el ejemplo las virtudes que
inexorablemente mantendría vigente la armonía de los valores sociales
arraigados con la alegría recíproca de la naturaleza material e espiritual, la
palabra se introducía en el alma como una semilla generadora de una vida feliz,
saludable y decantaba hasta abolir el macabro dolor de la muerte; los que han
logrado niveles avanzados de aprendizaje y uso adecuado de la palabra
estructurada (saberes) dejaron legados extraordinarios, como por ejemplo, advertían
el día de su propio fenecimiento y hacían que el aliento mortecino discurra
como un lento y agradable reposo, entretanto cantaban cada uno en su lecho de
transición una canción que iba autenticando la póstuma sucesión preparado con
muchos años, días, horas e instantes de anticipación. La palabra no solo servía
para comunicarse sino también para modificar aspectos importantes de la
creación y renovar la vitalidad de las almas extenuadas, por ejemplo, procurar
una agradable lluvia en una mañana de verano o sanar a los enfermos que a raíz
de su vileza padecieron; la palabra tenía sublime las cualidades divinas del
“padre creador”, como una herencia digno de profunda admiración, respeto, velada
infinita y entereza en su expresión. Pues, el mundo ha sido creado mediante la
palabra – según la cosmogonía del pueblo indígena Murui – y la palabra adquirió
autoridad e inmortalidad desde entonces, cultivable en la fuente del realismo
de la rectitud y del amor. Los sabedores tradicionales aconsejaban no acercarse
al campo de la maldad, evitar el encuentro casual o premeditado con su sombra
incandescente y dominar sus peligrosas atracciones; las personas que transgredieron
y transitaron por la oscuridad en busca de matices y fuegos en los mundos
subterráneos banalizaron la palabra, vacío como el abismo y proscrito de su
verdad fluye en los pueblos originarios, agazapados y furtivos.
Las organizaciones indígenas han
sido creadas siguiendo la inspiración de los sabedores fundadores, cuya palabra
no convalecía en la trivialidad, era enorme su grandeza que llegaba hasta los
confines arcanos de la creación, irradiaba luz en el camino y develaba el
rostro de la confianza y el ojo de la sabiduría hacía despertar. Entonces,
avanzaron los primeros “dirigentes” con el espíritu y sapiencia de lo propio,
avanzaron hacia adelante hasta llegar a la ciudad creada por Pizarro y Orellana;
en aquellas tierras donde más sangre que sudor cayó y en medio del óxido y del
calcáreo frío soplaron varias veces el viejo cuerno en señal de advertencia del
primer peligro: la aculturación del alma. Las plumas enhiestas sobre la gloria
de los caballeros primigenios, en poco tiempo, yacía en impropios ajuares,
salía en las portadas de los diarios, estaba en la agenda de las ONG y en la
mirada de fuleros y timadores. Las comunidades amazónicas decían ya haber visto
el progreso, la emoción hacía temblar la carne y no tardaron en formar parte de
organizaciones locales, regionales y nacionales, que no es sino una telaraña
organizativa copia del sistema societario utilitarista y dominante. El legado
oral y fundacional ha sido traducido al español – idioma oficial que carece de
palabras exactas o sinónimos de importantes expresiones del idioma materno –,
pues ha sido imposible decirle al mundo con claridad, en español, el impulso
histórico, onírico y metafísico que habían conllevado a la creación y búsqueda
de la “institucionalidad indígena”, “movimiento indígena” con “autonomía” y
“autodeterminación”; ¿Son alcanzables estas palabras objetivos desde el seno de
la organización creada?.
Actualmente, las organizaciones indígenas han
perdido el brillo y las palabras poderosas del génesis han sido llevadas a los
museos, convertidos en archivos escritos y digitales. La distancia geográfica
entre una organización nacional, regional y local está cada vez más distante con
el alma del pueblo, los canales vivos de comunicación y la percepción común del
individuo así lo están demostrando. La situación que ORPIO – afiliado a AIDESEP
– viene sufriendo es un indicador oportuno y real; los dirigentes y comuneros
asociados no forman parte de una cadena de reciprocidad y motivación mutua, su organización
funcional alcanzó depender absolutamente de la disponibilidad de dinero y de la
oportunidad exterior, la escasez del dinero constituye la principal causa del
abandono de las metas y de los sueños fundacionales; la palabra vernácula no
puede ser más fuerte que el dinero, ahora – palabra que ha sido desde mucho
tiempo profanado y debilitado por los golpes de los desaciertos y la
aculturación del alma –, y esta miseria avergüenza a la estirpe legendaria y
profuso de valores; pero a la vez, exige actuar con humildad y mirada acuciosa
de cada trama que conforma el canasto que tejieron ayer los primeros
dirigentes. Acaso debe estar envejecido, con los colores desdibujados y con el
alma cautivo en algún marcado, si es eso la razón del abatimiento, debemos
renovar y hacerle hermosa, frondosa y fuerte como el almendro, redimir el alma
con la palabra primigenia que aún late en los últimos ancianos vivos.
Todo puede caer en derredor (dinero,
el poder de las armas, el petróleo), la palabra del “padre creador” que dio
origen a los pueblos amazónicos y sus bosques deben sobrevivir, como una
canción de vida, como una oración. Los dirigentes y los comuneros deben
retornar al pedestal de la sabiduría propia, tejer fortalezas en su esencia y fecundar
clarividencia; luego abrirse a la ciencia, retornar y gestar una opción propia,
diferente e ingeniosa. Actualmente, la matriz organizativa y el espíritu de
nuestras organizaciones dependen del sistema global – cae el mayor y luego caerá
el súbdito, respectivamente –. La naturaleza de las organizaciones indígenas
amazónicas del Perú está diseñada para nadar como un pez en el río de la
sociedad urbana, sin embargo, su objetivo y visión reivindicativa de mayor alcance
no son alcanzables desde la conducta y cultura institucional actual, por
ejemplo, la “autonomía”, la “autodeterminación” y el gobierno indígena son auténticas utopías
sociales; cuya persistencia puede ser visto como excusa de un triste
conformismo. Entonces, para avanzar mejor, seguro y consistente, debemos
construir nuestro propio camino, construir otra forma de organización, por
ejemplo, basado en la afiliación por motivación y proeza.
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