Saturday, March 30, 2013

Reflexión: el flautista de Iquitos.


Hubiera de haber en esta época infestada de ratas, la reencarnación del flautista de Hamelin. Que ofrezca sus servicios de librar la ciudad de ratas portadoras  de la leptospirosis, enfermedad que el fértil, resistente y salvaje roedor transmite a través de su orina. La recompensa que la justa acción salvadora merece habría de ser pagado por el pueblo y no por el erario público –fondo de interés común monopolizado por una raza de fuleros y timadores que se hacen llamar “político”–; si el flautista recibiera de esta casta envanecida la promesa de retribución podría desvirtuar la música persuasiva y su desvarío causaría una pandemia; pues, la población de la ciudad de Iquitos no tendría ni el auxilio de una oferta providencial o demoníaca en la figura del flautista, si tuvieran como intermediarios a los “políticos” vigentes. Entonces, el pueblo tomaría la iniciativa de su propio liderazgo para inhibir el flagelo de la inseguridad y abordar el camino del bienestar. 

El flautista, que se advierte en el imaginario como una alternativa, deberá tocar tres melodías sugerentes conteniendo fines comunes: 1). Una canción como el de Hamelin para convocar a las ratas de sus cubiles, sifones y laberintos subterráneos y conducirlos hasta Moronacocha para ahogarlos, sin poner en riesgo la vida de los niños y otros pobladores de la ciudad que por mezquindad y misantropía de sus autoridades podrían perecer;  2). Un salmo que conceda la revelación práctica de los santos evangelios y de las enseñanzas de Jesucristo, y que el flautista dirija al rebaño a examinar la laguna de su propia conciencia hasta el punto de percepción de la vida y la muerte, como una disyuntiva de elección entre el imperio del pecado o la omnisciencia de la virtud; ellos, que en la aureola de la semana santa habrían peregrinado en su reflexión o adorado el signo de la riqueza en agravio de la vida y moral del prójimo; 3). La melodía tal como concebía Confucio –la música en un modo elevado calma las pasiones y asegura la purificación del pensamiento que conduce a la armonía pública–;entonces, el flautista invitará a los ciudadanos chinos, involucrados en el andamiaje oscuro del proyecto de alcantarillado de la ciudad, al son de su flauta y cítara. Pues, seducidos por la magia de la canción habrían de comparecer ante el pueblo y desatar el embrollo hasta deslindar cada hilo de la mendacidad. Confucio que “propugnó el gran valor del poder del ejemplo”, estará muy fastidiado.

Si el flautista hubiera de ser un desconocido nació, entonces, del vientre de una mujer amazónica en las entrañas de nuestra selva, engendrado por la letanía y la súplica de los bosques contaminados –recientemente ha sido declarada en estado de emergencia ambiental la cuenca del río Pastaza; mientras otros lugares aun esperan atención adecuada–. El clamor por la seguridad, la justicia y el desarrollo de la persona humana de Loreto ha pasado ya los límites terrenales, las respuestas bondadosas podrían llegar de lo divino, en cualquier momento; sin embargo, para escuchar las palabras o mensajes redentores de la eternidad tendríamos que cultivar una extática situación personal, transitar hacia la confrontación de los hábitos domesticados del mundo superficial y trivial, retornar a la humildad y mejorar la comunicación instantánea con el prójimo, a fin de conocer la fuente de su alegría y tristeza y ayudar en su oportunidad –cada día muere una persona por falta de un medicamento, falta de trabajo, falta de ayuda psicológica–. El alma está sitiada por la horda de la tecnocracia y la banalidad, así lo demostró una edición más de la semana santa; pues, un partido de futbol congrega mayor cantidad de persona en el culto del espectáculo, y la feligresía en estos dos días santos se han dado deliberadas vacaciones.

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