“Lo que
resulta paradójico es que, mientras que en los foros internacionales sobre
cambio climático se habla de la necesidad de reducir urgentemente las emisiones
de CO2 para frenar el calentamiento global, en los foros sobre retos
energéticos se habla sobre la necesidad de que aparezcan nuevos yacimientos de
petróleo para poder cubrir la demanda hasta la aparición de otras fuentes de
energía. Ambas necesidades resultan incompatibles entre sí” - Fernando
Bullón Miró. Asociación para el Estudio de los Recursos Energéticos (AEREN).
La demanda de petróleo, gas y biocombustible
en el mundo impele a las naciones en la enfática procura de promover el
crecimiento de la industria energética. Los estudios coinciden en sostener que
la energía renovable no tendrá la capacidad aproximada de atender la demanda de
petróleo que alcanzará en el año 2035 la cifra de 99, 7 millones de barriles
diarios –actualmente el consumo mundial es de 87,4 millones de barriles diario–,
cuyo progreso depende del invariable régimen de vida de la población que goza
de mejor condición económica y que inculca a la clase emergente el estilo
consumista, esnobista y metropolitano. Los países que compiten la hegemonía y control
de las relaciones de poder mundial necesitan financiar distintos proyectos
estratégicos (militar, tecnológico, ideológico, humanitario, artístico,
académico, generación de empleo, inteligencia y otros similares) y, en efecto,
han sido reticentes en la hora de suscribir protocolos internacionales que
buscan estándares para reducir las emisiones producidas por la
deforestación y la degradación forestal (REDD); pues, las industrias son
vitales en este escenario y un pivote del capitalismo que fue diseñado para mantener
incólume las dinastías encumbradas sobre los pueblos vulnerables. No quiero
presentar al hombre como bueno y malo sino como un habitante que se mueve
dentro de un laberinto como la del mitológico rey Minos o como un inmenso diagrama
de flujo y reflujo de un sistema.
El Perú, que tiene un déficit de consumo de petróleo de más de 150
mil barriles diarios actuó, en los últimos 40 años de actividad petrolera
en Loreto, con celeridad, codicia y falta de responsabilidad; generando graves
impactos en los bosques y en la población humana que habitan pródigas tierras
de aquella riqueza natural que hubiera ayudado, con el privilegio de su aprovechamiento, a florecer la milenaria
cultura de los pueblos Achuar, Kichwa, Awajún, Urarina y Kukama. Durante este
periodo los pueblos indígenas han soltado gritos lastimeros, frémitos contestatarios,
proyectos reivindicativos (Pepisco) y propuestas destinadas a ponderar el
encuentro de justicia y verdad (Acta Dorisa). La resonancia de los debates, negociaciones
y movilidad por las calles de Iquitos de
una indómita multitud de líderes ancestrales del pueblo Achuar, aún suenan
vigorosamente en mi conciencia. Las empresas petroleras y el gobierno peruano empezaron
hablar de tecnología limpia, reinyección de aguas de producción y descontaminación
y, en breve tiempo, bajó el canon petrolero; ¿fue quizá por el alto costo que
implica explotar petróleo sin contaminar y con inversión social?
Según varios informes, la empresa
petrolera Perenco que opera en la cuenca del río Curaray y que recientemente encontró petróleo en el
lote 95 ubicado en la provincia de Requena (Loreto) se ha convertido en una
promisoria empresa que devolverá a Loreto y al Perú la “seguridad energética”.
Esta prospección productiva y económica activó el botón de emprendimiento del
Estado para reforzar las condiciones legales, sociales y políticas en su afán
de librar el camino de los que consideran obstáculos (Ley Consulta Previa, movilización
comunitaria).
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